XI | El peso de la pérdida

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El peso de la pérdida

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El peso de la pérdida

Al ver que el ctónic ni siquiera se inmutaba ante su presencia, le dio un empujón hacia atrás, provocando que diera un traspié.

—¿Dónde la tienes? —repitió la pregunta, cada vez más furioso.

El ctónic había desviado un momento su atención de ellos y la había enfocado en la zona de recepción. En un parpadeo apareció una chica más bajita, pero del mismo aspecto que él, que los observaba con curiosidad.

—Podría estar haciéndote la misma pregunta, ¿no crees? —respondió con seguridad, acortando la distancia entre los dos. Su mirada escarlata tenía la llama del fuego oculta en ella—. Es tu raza quien quiere exterminar la mía al final, tigot —añadió, enfatizando en la última palabra.

—Jamás tocaría a Fayna.

Al menos no de la forma en la que él estaba insinuando.

No sería capaz de lastimarla conscientemente sin lastimarse a él mismo en el proceso, al fin y al cabo, él era su tigot guardián y ella el mayantigo al que debía proteger.

—Él no lo haría, Alkaid —interfirió la pequeña ctónic, apoyando una mano en el brazo de Alkaid, obligándolo a retroceder.

—¿Y cómo lo sabes exactamente, Sabik? —cuestionó en voz alta, sabiendo que tanto Orión como Nashira lo estarían escuchando—. Pueden ser la representación del bien, pero eso no los detiene de hacer las mayores atrocidades existidas en cualquiera de los mundos.

Orión lo ignoró deliberadamente, no podía importarle menos lo que un ctónic pensara de él. Tenía claro lo que era, cuáles eran sus responsabilidades y quién era su protegida.

Puede que los tigots no fuesen tan buenos como pretendían hacer creer al resto de las razas, pero no por ello todos eran iguales. Al menos él no lo era. Por otro lado, se percató de la forma en que Sabik lo miraba a él y a Alkaid varias veces antes de atreverse a hablar.

—Es un tigot guardián y Fayna es su mayantigo —explicó, observándolo de manera curiosa—. Me parece increíble que pueda pasar. Soy Sabik —se presentó, estirando la mano en su dirección.

Con duda, se la estrechó. No estaba muy seguro de si era buena idea confiar en un ctónic tan rápido.

Su padre se encargó, personalmente, de demostrarle lo despiadados que podían llegar a ser si se bajaba la guardia a su alrededor, lo fácil que les suponía arrebatarle la vida a otro ser, lo sedientos de sangre que estaban en realidad.

Nashira se presentó y también le estrechó la mano a Sabik, aunque no se molestó en presentarse a Alkaid. Al parecer ya se conocían. Orión se fijó en que en el camino hacia uno de los cuartos comenzaron a hablar entre ellos sobre sus vidas y cosas demasiado cotidianas y de magos, para que estuvieran un ctónic y una espectro hablando de ello.

Yin. El bien dentro del malWhere stories live. Discover now