XIX | Expuestos a la luz de la luna

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Expuestos bajo la luz de la luna

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Expuestos bajo la luz de la luna

El viento invernal no dejaba de azotar con fiereza los árboles de Adar.

El crujir de la madera ante el movimiento junto al suave meneo de las hojas era el único sonido que oía Fayna a esas horas de la noche.

La oscuridad la rodeaba por completo en una calma alarmante, del tipo que auguraba la llegada de una tempestad. Abrió y cerró los ojos varias veces solo siendo capaz de ver negro. Únicamente era capaz de vislumbrar formas entre las sombras que en ese momento le resultaban terroríficas.

Cerró los ojos con fuerza de nuevo.

Se removió entre las sábanas, destapándose en el proceso.

Por mucho que había intentado evitarlo, no importó cuánto se había esforzado para no sucumbir al sueño, terminó cayendo en los brazos de Morfeo y aquella pesadilla que le aterrorizaba no tardó en reinar su mente, atormentándola.

La bruma era cada vez más densa y el sueño más profundo, aunque su cuerpo estaba relajado, ella estaba en alerta por completo.

No quería volver a vivirlo.

No quería descubrir lo que se ocultaba entre las sombras.

Tampoco sentir las llamas sobre su piel otra vez.

No quería nada de eso, y mucho menos cuando ahora, la pesadilla se había personificado tomando forma de mujer con mirada sanguinaria y cabellos oscuros como la noche. Ahora, la temía incluso más.

Apretó los puños alrededor de las sábanas y ocultó el rostro en la almohada, ahogando el grito que amenazaba con salir de su garganta.

La oscuridad dejó de ser plana y comenzó a tomar forma.

Al principio se trataba de las sombras de árboles hoscos, que comenzaron a rodearle mientras que el viento salvaje, cada vez más audible y frío, sacudía las hojas.

La noche no era del todo silenciosa y aunque a cualquier otra persona podría resultarle tranquilizador, a ella le parecía escalofriante.

Entonces, el crujir de una rama provocó que girara la cabeza en dicha dirección. A la vez que empezó a escuchar pasos pesados acercándose a ella junto al murmullo grave de un grupo de... ¿personas?

En el epicentro de la explanada había una niña de melena blanca y ojos azules oscuros como las zonas más profundas del océano. Bajo la luz de la luna, parecía más un fantasma que una persona, pero aún así era más humano que el origen del murmullo que se hacía cada vez más sonoro.

Lo que al principio le habían parecido susurros, resultaron ser ruidos salvajes.

No eran personas.

Yin. El bien dentro del malDonde viven las historias. Descúbrelo ahora