XXV| A base de recuerdos

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XXV| A base de recuerdos

Los pasos resonaban en forma de eco ante el silencio sepulcral que reinaba en la habitación.

Se podían diferenciar dos distintos: unos fuertes, que hacían crujir la madera bajo su peso y otros más débiles y ágiles, resultando silenciosos en comparación.

Si no fuese por las preguntas que le hacía en susurros de vez en cuando, no sabría que estaba detrás de él.

Tenía los nervios a flor de piel y sentía todos los músculos en tensión.

Leo miró por encima de su hombro, clavando la mirada castaña en Alioth, con la molestia teñida en ella. La pequeña espectro tragó saliva con dureza y apartó los ojos de él, desviándolos al suelo.

Por el rabillo del ojo observó que Leo dirigía de nuevo su atención a la chica que dormía plácidamente, envuelta en sábanas violetas. Su cabello igual de claro que la nieve, resaltaba sobre la oscuridad y sus ojos, a pesar de estar cerrados, se imaginó que serían de un color igual de bonito que el resto de ella.

Leo sonrió de manera pícara cuando estuvo a tan solo un par de centímetros de distancia mientras que Alioth vacilaba su siguiente movimiento.

Leo ni siquiera se inmutó cuando Alioth estuvo a su lado, pero sí fue capaz de sentir el aura mágica de los espectros y el aroma característico a incienso que parecía impregnarse en cada rincón en el que se encontraba.

Le hizo una seña con la cabeza, alentándola a acercarse a la chica que seguía dormitando, ajena al hecho de que hubiesen dos desconocidos junto a ella.

Alioth posó una de sus pequeñas manos con sumo cuidado sobre la frente perlada de sudor. Se fijó en que este recorría su rostro descendiendo por su cuello hasta desaparecer a través de la clavícula y el esternón.

A pesar de la postura relajada y los ojos cerrados, Alioth era capaz de sentir un dolor ardiente dentro de ella junto a una ansiedad abrumadora.

Paseó la mirada por todo su cuerpo en busca de algún detalle más que pudiera confirmarle que no eran simplemente cosas suyas, dándose cuenta de como apretaba la manta con fuerza. Notó que parecía calmarse bajo el tacto de sus dedos y sus manos dejaban de ser puños y se estiraban sobre la colcha con calma.

La pesadilla parecía haber acabado, aunque algo le decía que simplemente significaba que otra nueva estaba a punto de comenzar.

Se sentía miserable por ello.

Todas y cada una de las pesadillas eran consecuencias de las modificaciones en su cabeza, de todos los bloqueos de memoria que habían llevado a cabo alguien. El hecho de que también le hubieran ocultado recuerdos e incluso emociones.

Por cada nuevo cambio, las pesadillas se volvían cada vez más insoportables,... mortales.

Y, ahora, estaba a punto de hacer que fueran aún peor.

Si no la mataba antes, después de tanto Poder sobre ella.

Si su cerebro era capaz de soportar cada uno de los cambios, entonces serían las pesadillas quienes acabarían con su vida.

Alejó las manos de ella con lentitud, notando que se le retorcía el estómago ante la perspectiva fatalista que se abría paso por su mente. Volvió a tragar saliva con dificultad y cerró los ojos con fuerza, intentando mantener la calma y la concentración todo lo que fuese posible.

Soltó un pequeño suspiro, abrió los ojos y volvió a posar una de sus manos sobre su frente, mientras que con la otra, con cuidado de que Leo no se diera cuenta de ello, la entrelazó con una de ella. Como si de alguna manera fuera el apoyo que necesitase con todo lo que iba a suceder.

Yin. El bien dentro del malWhere stories live. Discover now