XIV | Enfrentar a la muerte

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Capítulo dedicado a @matemosaramson, me encantan tus momentos de pánico que no falla en ninguno de los capítulos, me sacan una sonrisa. Esperemos que en este no te lo dé... o sí 🤪

Enfrentar a la muerte

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Enfrentar a la muerte

Había pasado más de una semana en la cual Orión seguía sin saber absolutamente nada de Fayna.

Los primeros días la estuvieron buscando alrededor de la pequeña ciudad, rastreándola por cada sección de bosque que había a los alrededores y en el acantilado al que solían ir cuando eran pequeños.

También intentó contactarla e incluso llegó a preguntar a gente por la calle, en uno de los muchos momentos de desesperación que estaba sufriendo.

Cuando llegó a su límite, con la frustración de compañera fiel, intentó hacer uso de sus poderes, aunque alguno de ellos estuvieran poco entrenados y supusiera un peligro para él y para quién sea que estuviese cerca si no era capaz de controlarlos.

Estaba tan desesperado, que ni siquiera el hecho de que pudiera perder su propia vida le importaba a estas alturas.

El corazón no dejaba de latirle desenfrenado, y con cada nuevo latido sentía que algo en su interior se rompía.

Esa mañana, al borde del abismo, decidió hacerse invisible y en medio del horario lectivo, aprovechó que los profesores seguían dando clases y el director estaba ausente para colarse en la oficina principal. Buscó y rebuscó, dejando todo a su alrededor hecho un completo desastre, olvidándose del pequeño detalle de que luego debía dejarlo todo en su lugar si no quería levantar sospechas.

Cuando no encontró nada nuevo, cerró con más fuerza de la necesaria uno de los cajones de archivos, formando un estruendoso ruido. En consecuencia alarmó a la secretaria, que con pequeños pasos, se fue acercando. Recogió lo más rápido que pudo en una milésima de segundo antes de que la puerta crujiera y fuese abierta, apareciendo bajo el marco de esta una señora mayor, regordeta y con gafas de culo de botella.

A pesar de ser invisible, Orión se tensó de pies a cabeza y se quedó inmóvil, observando cada movimiento de la mujer, sin atreverse a desplazar un solo músculo.

Incluso llegó a aguantar la respiración en algún punto.

La secretaria dio dos vueltas alrededor del escritorio, cogió un caramelo del bol que tenía el director para entregar a los alumnos de primer curso cuando acababan en su despacho y desenvolviendo el dulce, salió de la oficina tarareando una canción.

Orión soltó todo el aire que había estado reteniendo y no tardó más de un par de segundos para marcharse de allí, con las manos vacías y el corazón en un puño.

Caminó, ya siendo visible, en solitario y con la cabeza agachada por el pasillo de la escuela, ligeramente encorvado hacia delante. No sabía en qué momento había acabado con tanto peso sobre sus hombros, con tanto estrés, tanta frustración... tanta tristeza.

Yin. El bien dentro del malDonde viven las historias. Descúbrelo ahora