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Antes de comenzar, me gustaría aclarar unas cosillas técnicas. 

Los "flashbacks" están en cursiva, por lo que cuando haya pensamientos o palabras en otro idioma (que usualmente se escribirían en comillas) van a estar en "letra normal". También, cuando haya mensajes de texto o cualquier cosa similar, irán en cursiva y con comillas (no sé si sea correcto pero decidí ponerlos así).

Y es todo, sólo con el fin de no crear confusiones. Ahora sí, disfruten su lectura.

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Julieta arañaba la puerta del cuarto de baño mientras yo terminaba de ducharme. Me apresuré a salir puesto que quería conservar en buen estado la madera de la puerta. El felino me recibió con un maullido, como si verdaderamente se alegrara de verme.

Esperaba comida, ni más ni menos.

Envuelta en una toalla que mi madre me obsequió cuando me mudé, me encaminé a mi habitación y me puse el uniforme del hotel. No había terminado de cambiarme cuando sonó el timbre del departamento.

―¿Sí, Báez? ―atendí.

―La buscan, señorita; es un italiano.

Apenas amaneció y Barone ya está molestando, pensé.

―No hay problema, dile que pase, gracias.

Presioné el botón para cortar la conversación con el protero.

Julieta maulló un par de veces más y supuse que debía servirle comida si no quería que me molestara más esa mañana. Coloqué un puñado de corquetas húmedas en su plato y le acaricié la cabeza.

Buena chica.

Tomé rápidamente una camisa cuando escuché que alguien llamaba a la puerta. Abrí pese a los dos botones sin abrochar todavía.

Buongiorno señorita.

***

La mañana que sucedió a la cena con Ginoble fue muy confusa. Nuevamente me había encontrado con Fabián, apenas lo vi acercarse a recepción, preparé mi mejor cara de serenidad y me dispuse a recibirlo, tratando de ser lo más cortés posible.

―Buen día, señor Quiroga, ¿deja su llave?

―Vamos, Adri, ¿hasta cuándo me vas a odiar?

No pude evitar hacer una mueca de disgusto. ¿Qué pretendía? Primero me había insultado ―además me había mentido descaradamente, me usó― y después iba tan tranquilo a reclamar un trato preferencial.

―No lo odio... ―no mentía, después de todo llegué a sentir cosas por él― Pero creo que nuestro trato debe ser... superficial.

Él me miró en silencio, como si tratara de encontrar otro sentido a mis palabras. Era inútil, no había nada más para decir. Quería gritarle y reclamarle por la forma en que se burló de mí, pero eso no era bueno ni para mis sentimientos ni para mi dignidad; mucho menos para la investgación. Sólo alguien con acceso a las declaraciones de los testigos podría saberlo, y mi misión era mantener mi participación en secreto. Simplemente era inútil: no tenía ni un solo asunto para discutir con el argentino.

―Entiendo. Mirá, yo ―empezó, torpe―, yo quiero disculparme por lo que dije. Supe por ahí que las cosas no están muy bien en tu barrio y que pediste ayuda a tu jefe...

¿Qué?

―... C-cuando te vi allá, saliendo de la habitación, pensé "¿qué cojones? Me está pintando el cuerno?", pero no me detuve a investigar y ni siquiera te dejé decirme nada...

Firenze 37Donde viven las historias. Descúbrelo ahora