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Antes que nada, una disculpa por la demora. He estado ocupadísima con cosas de la uni. 

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Como era su costumbre, Emilio no atendió mi llamada hasta el tercer intento realizado. Respondió con un soñoliento "¿Hola?". En ese momento deseé ser Miranda y poder amenazarlo con destituirlo de su puesto.

―Al fin respondes ―le recriminé sin subir tanto el tono de voz. Pese a que me encontraba afuera de la cabaña, aún existía el temor de que Ginoble pudiera escucharme―. Hay algo urgente que debo decirte.

―Te escucho ―entonces sí parecía que tenía su atención, pese a su interés se apresuró a advertir:―. Estaba durmiendo, espero que sea algo bueno.

―Margherita mantiene comunicación con Ginoble.

Me pegué tanto el teléfono a la boca que lo sentí húmedo cuando terminé de susurrar. Sin poder evitarlo, eché un vistazo a la sala donde aún yacía el cuerpo dormido de Gianluca.

―¿Estás segura?

―Sí, era su foto la del perfil ―respondí, aunque con titubeos. ¿De verdad era esa la misma imagen que me aparecía a mí en mi propia aplicación Whatsapp?

―Mira ―comandó de la Rosa notando mi pequeña vacilación―, ve y asegúrate de que es ella. Si no puedes hacerlo está bien, igual lo tendré en cuenta ―su voz, tan relajada, tuvo el efecto tranquilizante sobre mí que, estaba segura, pretendía―. ¿Qué se decían?

―No supe mucho ―admití―. Ella le preguntó dónde está.

―¿Y él qué dijo?

―Todavía nada, está dormido.

―Bien... ―la palabra sonó muy lenta en sus labios, como si tuviese miedo de dejarla escapar, seguramente en medio de un intento por encontrar una solución o planeando el siguiente paso― Trata de averiguar también por qué están hablando esos dos. Cuelga ya.

Sin dejarme decir una sola cosa más, me abandonó con la línea en silencio. Me obligué a regresar a la cabaña, dispuesta a buscar respuestas. Estaba a punto de tomar el teléfono de Gianluca cuando reparé en que era una decisión muy estúpida. ¿Y si despertaba? ¿Qué le diría?

Si me pillaba tratando de tomarle el celular, no tendría tanta suerte como la ocasión en la que robé las hojas con los nombres. En ese entonces pude valerme de que necesitaba una toalla más absorbente para mi cabello, me creyera o no, fue una excusa muy convincente y que, sin lugar a dudas, no podría decir que era mentira. Sim embargo, ¿caería nuevamente con una mentira así? Ya sería la segunda vez que me encontraría hurgando entre sus cosas.

Me dirigí a la habitación y puse mi propio teléfono sobre el mueble que hacía las veces de tocador a pesar de carecer de espejo. Tuve entonces la idea de escribirle a Piero y preguntarle sobre cómo proceder, él siempre sabía qué hacer. Desistí cuando escuché que el hombre se levantaba en la sala. Ya tendría tiempo para planear la forma de sacarle información.

***

Eran casi las doce de la noche cuando nos dispusimos a ingerir algo para la cena. Era extraño verlo caminar de aquí para allá vistiendo ropa deportiva, sin el cabello arreglado y con una sonrisa genuina pintada en su ―bello, he de admitir― rostro.

―Gianluca... ―llamé.

―Mmh ―tenía un pedazo de pan tostado en la boca, recién mordido y en una batalla ardua contra sus dientes. Hubiera querido que los agentes italianos lo vieran de ese modo, tal vez así se les quitaría lo tenso.

Nadie que pudiese verlo así, como yo, dudaría de que era inocente. Siempre es así, cuando eres bello nadie puede culparte.

―¿Cuántos años tienes?

Firenze 37Where stories live. Discover now