Playa:Día de calma

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La casa era de dos pisos y tenia cuatro habitaciones, era mucho más de lo que podríamos pedir, tenía un patio enorme lleno de arboles, plantas y vida, por un momento desee poder vivir allí para siempre.

Ambos hermanos se quedaron ordenando el lugar, mientras yo iba al supermercado por comida y algunas cosas para la casa.
Era un vecindario agradable, pero aún así no me daban buena espina, estaba muy alerta a cualquier cosa que hicieran las demás personas, pero Leandro y Gabriel no parecían estarlo ya que habían dos vecinas muy "lindas" al lado de la casa.

Ya llevamos tres días en la casa de la playa y ningún plan para detener a Martín, solo esperaba que no, nos topáramos con el pronto.

-¡Buenos días dormilona!, dijo Gabriel gritando en mi oído.

-Son las seis de la mañana,imbécil, déjame dormir, le chille entre dormida.

-Con una condición..., contestó riendo.

-¿Que quieres?.

-Que bajemos a la playa, por la tarde y que nos acompañes al menos hoy, ah y por supuesto...que me dejes dormir aquí contigo.

-¿Esto es por lo que me despiertas a las seis de la mañana?, Gabriel bajare con ustedes a la playa ¡solo si me dejas dormir! y ni sueñes que vas a dormir conmigo.

Cuando me disponía a volver a cerrar los ojos entro Leandro a la habitación y junto con Gabriel se tiraron encima de mi, estaba tan cansada que no pude sacármelos de encima, así que accedí a que durmieran junto a mi, pero en cuando se durmieron me levante y me fui a la pieza que nadie ocupaba a dormir tranquila.

A eso de las diez y media de la mañana me levante a hacer desayuno para todos, al fin podíamos tener un poco de calma en nuestras vida, era agradable aunque sabía que no duraría por mucho.
Hice huevos revueltos, un poco de jugo natural de frutilla , herví un poco de agua y luego calenté el pan.

-Es un muy buen desayuno, pero yo podría haberlo echo mejor, dijo Leandro.

-¿Es una broma verdad?, ¡no sabes ni siquiera cocinar!, dije riendo.

-Oh vamos, todos sabemos aquí que yo soy la estrella en la cocina, contestó Gabriel.

-Bueno, pero yo cocino mucho mucho mejor que Leandro, dije.

-Eso nadie lo niega, dijo Gabriel.

Leandro se paro a recoger los platos y se resbaló con la alfombra, por suerte no quebró nada pero Gabriel y yo nos reímos durante toda la mañana.

Luego de almorzar, bajamos a la playa como se los había prometido en la mañana, como era verano estaba repleta de personas, bañándose en el mar, tomando sol o jugando volleyball. No estuvimos más de dos horas pero pasamos un buen rato.

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