Capítulo 10

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Chiara Pimentel

Estaba claro que Marbella había venido a pasárselo bien.

Si para ella los besos eran sinónimos de diversión debía de estar pasándoselo pipa.

Igual el problema era yo, que no estaba en su misma línea y que para mi el beso no había significado lo mismo. Aunque tampoco iba a decírselo para espantarla, tenía que aprender a guardarme lo que sentía para mi. De lo contrario iba a llevar muchas decepciones a lo largo de la vida y no tenía el cuerpo para eso. Si ya me costaba superar un beso, no me quería imaginar todo lo demás.

Carlos, mi compañero de clase, se aproxima cuando ve mis intenciones de huir corriendo.

—¿Tan pronto y huyendo? Chiara, cariño, relájate —pasó su brazo por mis hombros—. ¿No es una fiesta de tu estilo?

—Ni la fiesta me gusta, ni soporto a la gente que hay en ella. Así que como has de comprender tengo la mente en otro lado, necesito espacio.

Y cuando decís espacio me refería a estar sola, sin él, sin Mar, sin nadie. Solo yo y mis estúpidos pensamientos.

—Has venido con Marbella, ¿acaso se está divirtiendo sin ti?

—Parece que si, así que no quiero arruinarle eso a ella. Que disfrute de la fiesta.

—No seas tan correcta por una vez en tu vida, está bien que te sientas desplazada porque lo prefirió a él.

¿Qué dice? ¿Qué diablos cree que está consiguiendo con sus estúpidas palabras?

Nada, absolutamente nada.

No voy a ponerme celosa si es esa su intención. Como bien había dicho, Mar es mi mejor amiga, no hay nada de malo en que se bese con su compañero de clase. Lo único malo es que me había besado a mi también y la única que se había confundido había sido también yo. Ella no tenía la culpa de que yo no tuviera claros mis gustos.

No voy a obligarla a que me dedique su tiempo, sus miradas y sus besos. Las acciones importan cuando se toman con iniciativa propia, no por pedirlas.

Necesitaba que las cosas fluyeran por sí solas, yo no iba a seguir tirando de una cuerda que me costaría sostener. Me dolerían las manos pronto si seguía así.

—Vine aquí solo por ella —le hice saber—. A mi estas fiestas no me pueden importar menos, pero no iba a dejarla sola con gente de vuestro estilo. No por nada, pero sois una mala influencia.

—Y tú quieres mantenerla a salvo, es lógico... Pero ella no entiende eso.

—Todo cuanto hago intento que sea por su bien propio, pero no lo consigo, nunca es suficiente... No es que no lo entienda, es que creo que ni siquiera se da cuenta, que es todavía peor.

Sus labios se estiran en una sonrisa que no logro comprender. Los tíos son raros. Aunque intentara ponerme en su lugar nunca conseguiría entender cómo funcionaba su cabeza, no iba a hablar por todos, solo por la mayoría.

—Te voy a ayudar.

¿Ayudarme a que? ¿En que momento dije que necesita yo ayuda para algo?

Lo que dije, los tíos son raros.

—A que te vengues de ella —concretó, casi de manera explicativa.

Yo no quería vengarme de ella. Yo no tenía que vengarme de ella. ¿De que hablaba este?

Su mano buscó mi cuello. Si, mi cuello. Envolviéndose en este de manera peligrosa y sus labios atacaron los míos.

Sabía a Larios, aunque su lengua desprendía el sabor del limón, no era difícil saber que tipo de cubata había bebido. Y yo odiaba los cubatas. Definitivamente los odiaba. Recuerdo que una vez intenté beberme uno en la graduación de cuarto de la ESO pero no pude terminarlo, mi cuerpo no soportaba esas mierdas.

No tenía claro mi me gustan las mujeres.

Lo que tenía muy claro era que no me gustaban los hombres.

Así que este beso no lo estaba disfrutando ni lo más mínimo. Qué asco. Llevé mis manos directas a su pecho y lo empujé con toda la fuerza que me permitieron mis brazos. Mi primera reacción fue limpiarme los labios, no me interesaba llevar su sabor en mi boca.

—No me vuelvas a besar en tu puta vida —espeté—. Es más, ni te acerques.

—Venga, Chi, solo ha sido un beso, no dramatices.

—¡No me van los tíos, joder! Olvídate de la idea de nuestras bocas juntas porque estaré pasando un mal rato.

Que alivio gritarlo. Nunca pensé que se sentiría tan bien. Siempre se me pasaba por la cabeza que era más libre con mis ideas para mi, que había secretos bien guardados y que no merecían ser compartidos con nadie.

—Eso dices porque no has probado una buena polla —susurró, alzando sus cejas.

—¿Es que acaso tú si? Ya me parecía que eras de esos falsos heterosexuales pero tampoco tenías que decírmelo tan claro.

Esa no se la esperaba. Su boca se abrió pero de ella no salió ni la más mínima palabra. Como me gustaba dejar a los hombres sin palabras, sobre todo a esos que siempre tenían cosas que decir. Me fascinaba.

Meneó su cabeza y se largó, quizá dándome la razón. En fin, no hay quien entienda esas reacciones.

¿Qué tenía de malo una orientación sexual? Sin importar que fueras heterosexual, homosexual, bisexual, pansexual, ¡lo que sea! Como si no te sentías atraído por nada. La vida es corta y hay otras cosas que requieren más atención. La sexualidad es libre, que nadie opine, ni siquiera uno mismo.

Me gustaban las mujeres. Bien. Pero en sí me gustaba una de ellas que no parecía tener mis mismos gustos. ¿Y que hacía yo en una situación así?

Creo que hay peor tortura para una lesbiana que enamorarse de una hetero.

Estaba jodida porque Mar no me vería jamás como algo más que una amiga. Sin importar esos besos que me dio, pues sólo habían sido diversión para ella, como muchas tías que se besaban entre ellas. Y yo, por mucho que me jodiera, tenía que aceptar esa realidad.

Chiarbella Where stories live. Discover now