Capítulo 31

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Marbella Vélez

Muerdo mi labio con nerviosismo mientras miro como la señora que tengo enfrente escribe no sé qué cosas en su libreta. ¿Por qué se suponía que lo anotaba todo? ¿Y si la cagaba con alguna respuesta? Al final terminaría diagnosticándome problemas mentales... Espera, ¿los psicólogos pueden hacer eso o ya es cosa de psiquiátricos?

Dios, no lo sé.

Al igual que tampoco sé si esto había sido una buena idea. Estaba convencida de que si, pero ahora me lo estaba replanteando.

—Háblame de esa chica —pidió, levantando la mirada mientras me sonreía.

Esa chica.

—Chiara es mi persona favorita en el mundo —admití—. Es esa paz que necesito en medio de tanta locura, supongo que por eso nos complementamos tan bien.

—No me digas que eres de esas que piensan que los opuestos se atraen —elevó sus cejas.

Asentí con la cabeza.

No tenía motivos para pensar lo opuesto. Chiara y yo funcionábamos así, estaba a la vista que teníamos pocas cosas en común y que nos adaptábamos para la satisfacción de la otra. Eso se sentía bienes. ¡Incluso las mates eran amenas cuando se trataba de ella!

—No me malinterpretes —pedí, haciendo un gesto con la mano en el aire—. No he dicho "los que pelean se desean" que es lo peor que puede decir una persona. No busco un enemies to lovers, eso solo funciona en los libros. Yo no sería capaz de amar a alguien que en un momento llegué a odiar, no soy de las que olvidan o dejan estar las cosas.

—Eso es muy maduro de tu parte —me hizo saber.

Gracias, señora, solo falta que me aplaudas o me des un caramelo cada vez que hablo... Que no tengo tres añitos para que me trates de esa manera.

Volví a asentir. ¿Qué más iba a hacer?

—Sin embargo, no comparto tu último pensamiento —señaló, volviendo a hacer uso de su bolígrafo. Le acaba la tinta en una sola sesión como siga así—. No eres de las que olvidan y eso no siempre es bueno. Olvidar a veces significa superar, hay cosas del pasado que necesitamos soltar para centrarnos en el presente y sobre todo en el futuro.

—En una relación sería tóxico.

—No, en una relación sería tóxico estar recordando el pasado constantemente. Si estás con esa persona ahora es por algo, ¿no? Pues aférrate a ese algo, confía en ella, en la relación, no estanques tu pensamiento en lo que fue.

Vaaale, quizá había estudiado para algo. Sin duda la psicología debía de ser la hostia. Quiero decir, es como cotilleo gratis, ¡y además te pagan por opinar sobre la vida de otros!

—Bien, hay que admitir que en eso tienes razón, pero no veo que eso me ayude a mí en mucho.

—Es la primera sesión, Marbella —sonrió, negando con la cabeza mientras echaba una miradita poco disimulada al reloj—. Lo importante es ir conociéndonos, si me lo sueltas todo el primer día sería muy fácil, ¿no? Hay que ir de a poco, que el mundo no se hizo en dos días.

—Una buena manera de terminar por hoy, si —asiento con la cabeza y me levanto del sofá en donde estoy sentada, ella hace lo mismo y me acompaña hasta la puerta mientras se despide con amabilidad.

Los nervios que sentí al entrar no son los mismos que al salir, es como si me liberase una pequeña carga que tenía en el estómago. Irónico. Le envié un mensaje a mi padre diciéndole que salía, él había insistido mucho en que pasaría a buscarme y yo casi le supliqué para que me dejase ir caminando. Muchos me llamarían rara, pero para mi era un momento de tranquilidad donde mi mente olvidaba los problemas, es fácil mirar solo el camino, los pies no dudan y solo caminan.

Tarareo la canción que va sonando en mi Spotify y me creo un videoclip mental.

Sin embargo, la canción deja de sonar cuando cerca de mi casa veo a la chica de cabello castaño y revuelto que camina por la acera contraria.

Chiara.

—¡Italiana! —grité con fuerza, levantando mi brazo para saludarla.

Ella levantó la mirada, confusa, pero al verme sonrió de oreja a oreja. Iba a cruzar la calle, miró a ambos lados para comprobar que no venía ningún coche y corrió en mi dirección. A ver, yo sería la típica que cruzaría la carretera como si fuera inmortal, Chi siempre me regañaba por eso porque decía que un día me atropellarían. No había tenido esa suerte todavía.

—¿Qué haces tú por aquí? —pregunté, pasando mis brazos por sus hombros para así juntar mis labios con los suyos.

Sentí sus labios estirándose bajo los míos en señal de una sonrisa.

Me encanta cuando hace eso, la verdad. Verla sonreír, sentirla sonreír.

—Podría preguntarte tranquilamente lo mismo —acarició mi cabello con cuidado.

—Iba a mi casa —murmuré divertida.

—Yo también —alzó sus cejas—. A ver, no es como si me interesaran muchas más cosas de esta ciudad, la verdad...

—¿Has cruzado la ciudad por mi, listilla?

—Aquí estoy, así que parece que si —vaciló antes de volver a besarme.

Esta vez fui yo quien sonrió, la Chiara romántica era sin duda mi favorita.

Pasé mi lengua por su labio inferior y me separé antes de hacer algún numerito en medio de la calle. No sería el primero, como tampoco sería el último.

Si, había visto el vídeo.

No, no me había molestado en absoluto.

Habría sido vergonzoso si fueran más que besos calientes el la playa, pero por suerte no hubo más filmaciones.

Tomé su mano con la mía para recorrer el camino que quedaba para llegar a casa, le hablé de mi cita en el psicólogo y ella me escuchó con especial atención. Amaba eso. No me interrumpía en ningún momento, cuando terminaba si que comentaba sus cosas, pero se notaba que las había pensado antes.

—Mar, no te asustes, pero hay cerca de veinte periodistas en el portal de tu casa —informó Chiara.

—¿Qué hacemos? —mordí mi labio.

—¿Correr?

—¡Pero si es mi casa! —grité, suficiente para que ellos pusieran su atención en nosotras.

Oh, oh.

Chiarbella Where stories live. Discover now