Capítulo 36

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Chiara Pimentel

Los últimos días habían pasado volando. Se notaba que había ganas de terminar el curso, estábamos en los últimos exámenes y se empezaba a notar en la actitud de la gente. Sobre todo en Mar, que era quien me importaba a mi, estuvo estudiando como si no hubiera un mañana. Quería aprobar, quería un curso limpio. Yo no me podía sentir más orgullosa, aunque eso significara vernos menos (tan solo en los recreos y como mucho algún ratito por la tarde), sabía que era para su rendimiento académico y lo apoyaba sobre todas las cosas.

Ahora había llegado el día.

Yo tenía examen de química, pero eso era lo de menos, lo tenía controlado (o eso espero).

Ella tenía examen de matemáticas y no había dejado de morderse las uñas desde la primera hora de la mañana. Menos mal que el examen era después del recreo, de lo contrario le habría dado un infarto o algo por el estilo.

—¿Y si hago chuletas en la calculadora? Seguro que no se entera, yo tengo la letra pequeñita y si la hago a lápiz se notará menos...

—Mar, no necesitas hacer chuletas —la tranquilicé, tomándola por los hombros—. Te va a salir genial, solo tienes que estar tranquila y hacerlo con confianza, no dudes de todos los resultados, si algo no te sale no te pares en ese, continúa, si te sobra tiempo al final del examen vuelves a ese. Tienes que confiar en ti, lo digo en serio, es la base de todo.

—¿Tú confías en mi? —preguntó en voz baja, temerosa de la respuesta.

¿Acaso lo dudaba?

—Si, Mar, mi fido di te.

Soltó un largo suspiro y apoyó su frente con la mía, calmando su respiración. Tenía que aprender a controlar esos nervios antes del examen, no era recomendable que se la jugase de esa manera. Mis manos, todavía en sus hombros, los acarician mientras le susurro palabras tranquilizadoras y le doy ánimos.

—No sé si puedo hacerlo, las matemáticas no se me dan bien, no importa si en casa me salen los ejercicios, sé que en el examen no...

—Mar, por favor —desvié mi mano a su nuca e hice pequeños movimientos circulares con mis dedos en esta—. Puedes hacerlo, puoi farlo. Repítelo.

—¿En italiano?

—En español, idiota —reí entre dientes.

—Puedo hacerlo —murmuró.

—Exacto, puedes hacerlo, porque tienes mucha más capacidad de la que crees —susurré—. No seas tan negativa porque eso sólo influirá de manera negativa.

Abrió la boca dispuesta a decir algo, pero en ese instante empezó a sonar la música que indicaba el final del recreo y, por lo tanto, el comienzo de clases. Los alumnos empezaron a entrar con pocas ganas, la mayoría arrastrando sus pies a obligadas, también los profesores, que iban a sus respectivas aulas para dar clases.

—Suerte —deseé, tomando distancia.

—¡No! —chilló, tirando de mí para volver a acercarme—. Dame un besito de buena suerte.

—¿Aquí?

—Aquí —señaló sus labios.

No me refería a eso y ella lo sabía. Me refería a aquí de lugar, con los alumnos pasando por nuestro lado como si nada, donde cualquiera podría vernos.

No es como si fuera un secreto, ya nos habíamos besado antes en público, ¿no? En la fiesta todos gritaban, pero claro, era un besito para reforzar la amistad y no uno de "buena suerte".

—A la mierda —murmuré antes de llevar mis labios a los suyos.

Soltó una risa, conforme, y devolvió el beso con las mismas ganas. Su lengua trazó mis labios y buscó encontrarse con la mía, pronto dejé que hicieran contacto.

Suerte.

Suerte la mía de tenerla, sin duda.

—Eso me asegura el aprobado —susurró, relamiéndose los labios al separarse—. ¡Suerte también en tu examen!

—Gracias —susurré, observando cómo salía corriendo en dirección a su clase para no llegar tarde. Yo debería de hacer lo mismo, pero la verdad es que tenía tiempo.

Fui con una sonrisa boba en la cara hasta que llegué a clase, la mayoría estaba preparando las chuletas, yo no las necesitaba así que me limité a ir a mi sitio y sacar un bolígrafo de mi estuche. Carlos acercó su mesa un poco más a la mía, sospechoso.

—Oye, Chi, tú has estudiado, ¿verdad? —preguntó, rascándose la nuca.

—Como es de esperar —chasqueé mi lengua.

—Verás... Es que yo estuve viendo los partidos de fútbol y apenas toqué los apuntes, serías una gran amiga si me dejaras copiar aunque solo fueran dos o tres preguntas.

Me reí, claro que lo hice, porque la verdad es que me causó gracia. Vaya, no estudió porque ver un partido era más importante. Cada día las excusas me gustan más.

—¿Estás hablando en serio?

—Completamente, soy hetero hasta que se trata de Messi —alzó el mentón con orgullo—. Messi, mi hombre.

Lo que me faltaba.

—Messi no te hará el examen de química.

—Que putada —bufó—, menos mal que tengo a una amiga inteligente como tú.

—No somos amigos —dejé claro—, somos compañeros de clase por desgracia, si tuviera elección no habría elegido esta clase, pero la suerte no siempre está a mi favor.

Aún por encima, este desgraciado me había besado en una fiesta, fue la clave para saber que definitivamente no me gustaban los chicos. Su actitud de machirulo era algo que simplemente detestaba, le había dejado claro que no lo quería cerca y siempre buscaba la manera de acercarse.

—Oye, no te pongas así, ya sé que no te gusto, me lo dijiste y no se me olvidó —hizo una mueca—. No te estoy pidiendo que nos enrollemos en los baños del insti o algo así, te estoy pidiendo ayuda con un examen.

—Hubieras estudiado, no estaba tan difícil —di por zanjada la conversación y giré mi cabeza en el momento exacto que la profesora empezó a repartir los exámenes.

Solo esperaba que a Marbella le estuviera yendo bien en el suyo... Y si tenía la oportunidad de copiar que lo hiciera, a ella le permitía las trampas. Pero solo a ella.

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