Capítulo 11

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Marbella Vélez

El frío me cala los huesos. No sé si es solo debido al clima o si hay algo más que influye en ello. No me gustaba sentirme así: perdida, temblando y sola. Porque aunque Wesley no se había despegado de mi desde el momento que me acerqué a por la bebida, me sentía completamente sola. Su compañía no era del todo de mi agrado en ese momento.

Para mi mala suerte, a Chiara la había perdido de vista. Se fue poco después del beso y se perdió entre la multitud, aunque quise acercarme me hicieron saber que lo mejor era darle su espacio e igual tenían razón.

No éramos iguales. Cada quien enfrentaba las cosas a su manera. Tal vez ella necesitaba combatirlo en solitario, mientras que a mí la soledad me quedaba la piel.

—Mar, ¿no quieres que nos alejemos un poco de todos ellos? —me preguntó Wesley, alzando la voz para que se escuchara por encima de la música.

Sonaba lo último de Bad Bunny, me moría de ganas por perrear hasta el suelo mientras cantaba la canción a todo pulmón, pero algo dentro de mí me lo impedía. Estaba bloqueada.

Tragué saliva mientras negaba con la cabeza, su brazo se pasó por mis brazos, ahora desnudos porque me había quitado la chaqueta hacía rato y no recordaba en donde la había dejado, la piel se me erizó al instante haciéndolo sonreír.

—Venga, lo estás deseando —me susurró ahora al oído.

Abrí la boca para responderle, pero mi lengua era incapaz de articular palabra. ¿Qué me estaba pasando? Intenté que no lo notara y volví a negar con la cabeza, esta vez dando un paso hacia delante que me tambaleó el cuerpo completo. El vaso escurrió por mis dedos y se cayó al suelo, apenas fui consciente de eso.

—Que torpe —chasqueó su lengua mirando en dirección al suelo para después alzar su mirada a la mía.

Necesito irme de aquí.

Tengo que avisarle a Chiara.

Pero el cuerpo no me estaba respondiendo a las órdenes que le estaba enviando y eso me estaba dando miedo.

Era casi imposible que con beber tan poco ya estuviera borracha, además... A mi alrededor había muchos borrachos y se les veía bien, yo no lo estaba. Yo empezaba a sudar en frío y me temblaban las manos.

¿Qué me estaba pasando?

—Tienes las pupilas muy dilatadas, admito que te ves hermosa —me hizo saber mi compañero.

—No... —fui capaz de decir, tras temblarme los labios durante largos segundos—. No.

—Tranquila, Mar, no te pasará nada —me tomó el rostro con ambas manos y me hizo mirarlo a los ojos—. El efecto de la burundanga dura entre dos y tres horas, vamos a aprovecharlo mientras tanto.

¿Aprovecharlo? ¿De qué diablos estaba hablando?

La respiración se me cortó en la garganta y lo único que emití fue un grito agudo cuando una de sus manos se coló entre mis piernas.

Me sentía indefensa, vulnerable, sin voluntad propia.

Estaba ahí, con el corazón latiendo con frenesí en el pecho, el estómago doliéndome con ganas, el cuerpo sudando y la mente volando.

Me dejé caer, pero sus brazos me sostuvieron antes de que mi cuerpo aterrizase en el suelo. No me iba a librar, no. Antes de que pudiera darme cuenta estaba llorando, soltando todo cuanto no podía soltar con palabras.

¿Cuántas noticias de estas leía a diario? ¿Cuántas veces maldecía a los hijos de puta que hacían estas cosas?

Mamá siempre decía que había que tener cuidado con los hombres cuando saliera de fiesta.

¿Por qué no le decían a ellos nada?

Todo se volvió oscuridad y frío. Más frío. Más y más frío. Dejé de pensar, dejé de sentir.

[🌊🤍🌊]

Al despertar estaba en el hospital, con una vía clavada en las venas de mi muñeca y una enfermera a mi lado revisando los documentos que llevaba en sus manos. Al verme me regaló una sonrisa tranquilizadora y se acercó al suero, aumentando la dosis.

—Señorita Vélez, ¿cómo se encuentra?

—Bien —susurré, sin saber si era del todo cierto—. ¿Qué hago aquí?

—Unos compañeros llamaron a urgencias, al parecer la encontraron inconsciente y se asustaron —me explicó, haciéndome tragar saliva—. ¿Recuerda usted lo que ha pasado?

—Me drogaron —me costó decirlo, pero no era mi culpa, yo no había tomado esa decisión—. No era capaz de moverme, ni de hablar, ni de nada...

—Hemos encontrado los restos de burundanga en su sangre tras hacerle los análisis —asintió con la cabeza—. Tiene  que denunciar, la mayor parte de veces esto no llega a nada, pero dudo que su familia se conforme con saber que está bien. Querrán justicia y es lo normal. Ahora debe de descansar, pero le haré pasar a su hermano, que no se ha sentado en toda la noche.

Oh, Zaid...

De solo pensar en que Zaid estaba caminando por el pasillo con intranquilidad me daban punzadas de culpabilidad en el pecho.

Él no se merece eso. Él tenía que estar en su departamento con Killian y con su hijo, no allí preocupado porque a su hermana la hubieran drogado en una fiesta.

—Bella —suspiró mi nombre al entrar y se acercó a mi corriendo para envolverme en sus brazos.

Quise llorar una vez más.

—Estás bien ahora, tranquila —susurró acariciándome el pelo.

—¿Qué ha pasado, Zaid?

—Chiara te buscó y al no encontrarte le llamó a Killian de inmediato, nos temíamos lo peor... Dos de tus compañeras corrieron a buscarla a ella porque sus novios se estaban ocupando de Wesley, tú ya estabas inconsciente cuando pasó eso, si llegan a veros unos minutos más tarde... Joder —escupió, abrazándome con más fuerza.

No había llegado a violarme.

Había estado cerca, pero no había sucedido.

Un chico en quien confiaba, con el que había crecido, que me pasaba los deberes cuando yo no los hacía, que me sacaba tantas sonrisas durante las clases... El mismo que se había aprovechado de mí en una fiesta.

¿Cómo se escoge a la gente? ¿Cómo se puede saber en quien hay que confiar y en quien no?

Chiarbella Donde viven las historias. Descúbrelo ahora