Capítulo 23

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Marbella Vélez

¿Había algo peor que tener historia a primera hora de la mañana?

¡Si! Tener que terminar el día corriendo. ¡Corriendo! Es que ya me toca a mi los ovarios que me pongan a correr cuando es más que obvio que mis piernas no han sido creadas para hacer ejercicio.

—¿Alguien me puede explicar por qué estamos corriendo? —pregunté, apoyando mis manos en mis rodillas cuando me incliné hacia delante, tratando de recuperar el aliento que me faltaba.

El deporte no era lo mío.

Cualquier actividad física no iba conmigo.

—Porque en dos semanas se celebran las actividades deportivas en el instituto, vienen también algunos cursos de otros institutos para que compitan contra los nuestros en diferentes actividades... Ya sabes, lo típico.

Jó-de-me.

¿Y no podíamos hacer competiciones como todo el mundo? ¿Lo típico de jugar al fútbol, al baloncesto, al voleibol...? ¿No? No.

Pues yo corriendo no le ganaría a nadie.

A ver, jugando al fútbol tampoco, pero era solo por poner un ejemplo. Los deportes se me daban todos mal, a excepción de la natación, creo. Todo tenía una historia atrás...

Cuando era pequeña (pero pequeña pequeña) e íbamos a la playa, lo que hacía era correr en dirección al mar nada más llegar. Así que mis padres pensaron de inmediato que la niña quería aprender a nadar, da igual que tuviera dos años, yo quería meterme al agua. Así que me empezaron a llevar a la piscina para aprender a nadar.

Spoiler: no quería nadar, quería ahogarme. Yo ya veía claro que la vida no era para mi.

Es brooooma, bueno, si quieres no es broma.

Dejé la natación con nueve años, pero era algo que realmente me gustaba, no era estresante como los demás deportes. Dentro del agua me sentía libre, sin preocupaciones... Me sentía yo.

—¿Y no hay manera de negarse? —cuestioné, queriendo librarme de ese infierno fuera como fuera.

Mi compañera me regaló una mirada burlona mientras negaba con la cabeza.

—No, Marbella, me temo que la única solución sería quedarte en casa ese día.

—Me temo que no me será muy complicado hacerme la enferma.

Logré hacerla reír con eso, pero la verdad es que no estaba bromeando en absoluto. Ahora que lo pienso, ¿Chiara también tendría que correr? Porque si era así no me perdería ese espectáculo por nada del mundo, me importaba poco dejarme los pulmones en la pista si con ello conseguía verla corriendo.

Fascinante.

Todo un lujo para mis ojos iba a ser eso.

Aunque pensando en Chiara... ¿Le habría ido bien en su examen?  Bah, seguro que si, ella es una chica inteligente y no espera a estudiar nunca el día antes, normalmente siempre se los tenía preparados una semana antes y eso era admirable. Ya me gustaría a mi tener ese nivel de concentración, yo me distraía por absolutamente todo. Le tenía a Chiara tanta envidia por todo... Ah, no, no es envidia, es que me gusta ella, son cosas diferentes. Es mejor tenerle ganas que tenerle envidia.

—Venga, chicos, suficiente por hoy —dijo el entrenador, dando dos palmadas en el aire para llamar la atención de todos—. Podéis ir a ducharos, desde aquí huelo el sudor, mañana seguiremos con esto.

¿Mañana? Mañana iba a tener agujetas.

—¿Mañana también te saltarás el entreno? —me preguntó la misma chica de antes, Carmen, que al parecer a ella si le gustaba correr más que a mi.

A ver, no era muy complicado que le gustase más que a mi porque a mi no me gustaba nada.

Si mal no recordaba, ella había jugado al baloncesto en el equipo de secundaria cuando estábamos en tercero, después lo dejó por una lesión que tuvo en el tobillo y no volvió a practicarlo. Pero bueno, le gustaba hacer deporte, no como a mi.

A su lado venía riendo Clara, que al parecer había escuchado nuestra plática. Ella era más como yo y todo lo contrario a su amiga, esta en cuanto veía una pelota delante salía corriendo. De hecho, una vez jugando al voleibol se escapó hacia el lado contrario con tal de no recibir ella el pase y tener que darle a la pelota. No la juzgo porque podría ser yo tranquilamente.

—No me des ideas que podría hacerlo —señalé, queriendo verme seria, pero sonreí sin poder evitarlo.

—Tranquila, todas somos tú en estos momentos —apoyó Clara—. Mis piernas mañana no van a estar ni para andar, menos para correr.

Nunca me sentí tan identificada con algo.

Finalmente, tras pasarnos el rato quejándonos del deporte, del entrenador y de las dichosas competencias deportivas, fuimos a ducharnos. Yo fui la última, por supuesto, llegué a escuchar risas en los vestuarios pero no le di ni la menor importancia porque para ese entonces yo ya tenía una toalla alrededor de mi cuerpo. Cuando salí me di cuenta de que había cometido el error de mi vida porque mi ropa estaba esparcida por el banco y... mi camiseta no estaba.

—No puede ser —siseé entre dientes mientras tomaba mis prendas para vestirme.

Estaba en un problema porque ni siquiera llevaba sujetador así que... ¿Qué haría?

Una vez vestida, excepto con la parte de arriba porque era obvio que alguien había entrado a quitármela, tomé mi teléfono para enviarle un mensaje de urgencia a Chiara pidiéndole que viniera en mi rescate.

—Vaya, vaya... —la voz en la puerta me hizo tomar la toalla para taparme con rapidez—. Tranquila, fiera, ya he visto tetas antes, no es nada que me impresione.

—¿Qué haces aquí? ¡Lárgate!

Quería irme corriendo, gritar y que alguien viniera a sacarme de allí, pero para mi mala suerte una vez que se acaban las clases la gente es rápida en irse a casa. Para eso si que tienen prisa.

El gracioso de turno elevó las comisuras de sus labios y después me señaló.

—Vas a necesitar ayuda, guapa, no creo que quieras salir así y todos piensen... Bueno, ya sabes lo que van a pensar —chasqueó su lengua mientras se acercaba—. ¿Que gano yo a cambio? No hago favores gratis.

Quise responderle, de verdad que si, pero en mi lugar ya lo hizo alguien más.

—Y tú vas a necesitar irte cuanto antes, guapo —resopló—, porque yo sí que doy golpes gratis y más a estúpidos como tú.

Chiarbella Where stories live. Discover now