Capítulo 24

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Chiara Pimentel

El día había sido aburrido.

El examen me había ido bien.

Ahora solo quedaba irme a casa y volver a la misma rutina de siempre. Sin embargo, lo primero que veo en el teléfono nada más cogerlo son mensajes de Marbella escritos en mayúscula y con varios signos de exclamación. Definitivamente era urgente.

Corrí con prisas hasta los vestuarios y me sorprendió que no hubiera nadie, ni siquiera por los pasillos, los pocos alumnos que quedaban se encontraban fuera del recinto fumando un cigarrillo a escondidas de los profesores.

Por eso me sorprendió escuchar la voz de alguien más en cuanto llegué.

Claro, él. ¿Cómo no? El gracioso de turno, uno de los tantos gilipollas de su clase. ¿Es que estes tíos no maduraban junto a los demás o qué?

Por eso mis palabras no habían sido dulces. Ni siquiera me esperaba reaccionar de esa manera pero la sangre me había hervido sólo de escucharlo.

Odiaba a los gilipollas así.

—Chiara, no te tenía a ti como una de esas señoritas que hablan mal —murmuró al darse la vuelta, tragó saliva de manera notable e incluso noté sus ojos inquietos, vagueando a mis espaldas por si había venido con alguien más.

Pero para su mala suerte estaba sola.

—Yo a ti tampoco te tenía como un depravado y mírate —chasqueé mi lengua y me acerqué para después señalar la puerta con la mirada, si no entendía que tenía que irse era porque le faltaban luces.

—Esto no es lo que parece, no intentes hacerte la lista siempre.

—¿Lo que parece? —inquirí, alzando una de mis cejas—. Lo que parece es que estás molestando, así que lárgate antes de que me ponga lista de más.

Le lanzó una mirada a Marbella y luego posó sus ojos en mi, pero no dijo nada, simplemente caminó hasta la puerta y salió dejándonos solas en los vestuarios. Volví la mirada a la rubia, que temblaba ligeramente y se aferraba a aquella diminuta toalla.

Me aproximé para poner mis manos en sus hombros y hacer que nuestras miradas conectasen. Sus ojos parecían atormentados y a mí se me partía el alma.

—¿Qué ha pasado, amor?

Amor.

A m o r.

Jodida mierda, me había salido tan natural que ni siquiera tuve tiempo de pensar en el error que acababa de cometer.

—Me han hecho una broma de esas que no hace gracia más que a los que la hacen —admitió en un susurro débil—. Yo pensé que le caía bien a todos, me consideraba sociable y tal... Pero al parecer la gente se pasa la amabilidad por el culo y se aprovechan para estas mierdas.

—La gente es un asco, por eso es mejor no socializar.

Intentó esbozar una sonrisa pero no lo logró.

—Estoy sin camiseta —se encogió de hombros—. Me la han quitado mientras me duchaba.

—Conseguiremos solucionar esto, tranquila —deposité un beso en su frente antes de separarme y pasar una mano por el cabello.

Yo no tenía camiseta de sobra y justo ese día iba en top porque así lo había elegido Marbella por la mañana. No tenía muchas opciones y mi cabeza iba a mil intentando buscar una solución rápida que pudiera sacarnos de esa.

Chasqueé mis dedos, creyendo tener la respuesta a la pregunta de qué íbamos a hacer.

Descolgué la mochila de mi hombro y busqué en el bolsillo pequeño la bandana que le había robado a mi hermano y que jamás le devolví. Doblé esta en forma de triángulo y sonreí mirando a Mar con las cejas alzadas.

—Fácil, rápido y sencillo.

—Te has copiado de esos vídeos de TikTok que te dan ideas en cinco minutos.

—Atrapada —me mofé, pidiéndole que se levantara.

Lo hizo, dándome la espalda y dejando caer la toalla. Estuve tentada a acariciar sus lunares pero no podía distraerme, tenía toda la vida para eso, ahora esto tenía más importancia. Pasé la parte triangular por su pecho justo cuando me levantó los brazos y até los extremos en su espalda, haciendo un pequeño nudo que no se rompería con facilidad. No era lo más cómodo del mundo, pero era lo poco que teníamos en la ocasión, ya se cambiaría en cuanto llegara a casa si es que tenía ganas de hacerlo.

—¿Te había dicho alguna vez que eres la mejor? —cuestionó, volteando con una sonrisa en los labios.

—Uhm... No sé yo, eh.

—Bueno, Chi, pues eres la mejor —dijo, abrazándome com fuerza. Sonreí como una tonta devolviéndole el abrazo y enterré mi nariz en su cabello todavía húmedo, olía tan pero que tan bien.

Podía emborracharme de su aroma.

Quería emborracharme de su aroma. 

—Eres lo más bonito que tengo en mi vida, siento que sin ti estaría completamente perdida y sin rumbo aparente. Así que gracias. Gracias por cuidarme, por solucionar mis problemas y por quererme tanto. Siento lo recompensártelo de manera positiva, lo único que te hago es causar problemas.

—¿Crees que lo único que me causas es problemas? —pregunté, separándome unos centímetros para mirarla a los ojos. Me causas dolores de cabeza, mariposas en el estómago y taquicardias—. Siendo así eres mi problema favorito, Mar.

Si la quiero más, exploto. Estoy segura. No hay manera posible de querer más a una persona... Y que no me vengan los expertos en el amor a decir que con diecisiete años todavía no sé lo que es querer porque me voy a pasar su opinión por lugares que no quiero nombrar.

—Yo también te quiero, Chi —me dice en un susurro—. Te quiero mucho, mucho, mucho.

Sus labios buscaron los míos para darme pequeños picos, muchos y todos seguidos.

Reí sobre su boca y ella me imitó.

¿Eso era también cosa de amigas...?

Remojó los labios con la lengua y se separó del todo, su mano tomó la mía y entrelazamos nuestros dedos de manera tierna para salir juntas del vestuario.

—¿Vamos juntas a tu casa?

—¿Tenemos que ir a casa? —me miró casi de manera suplicante—. No quiero ir...

Y con eso fue suficiente para convencerme.

Chiarbella Where stories live. Discover now