Capítulo 17

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Marbella Vélez

¿Alguna vez te has sentido fuera de tu cuerpo? Quiero decir, es una sensación rara y capaz que me la acabo de inventar; pero así le llamo yo a cuando estoy en cuerpo presente pero mi mente va por otro lado, por uno irracional que me lleva a pensar "¿por qué ahora tengo esto en la cabeza?", es como si la mente y el cuerpo fueran en equipos diferentes.

Yo me sentía así cada vez que estaba con Chiara, quería hacer mil cosas, decirle otras tantas, pero mi mente y mi cuerpo no se ponían de acuerdo para nada. ¿Y si lo arruinaba todo? Dicen por ahí que el que no arriesga no gana, pero nadie habla de los que arriesgan y lo pierden todo por insensatos.

Y yo... Yo era una maldita insensata que estaba dispuesta a perderlo todo sólo si con eso conseguía acercarme un poquito más a ella.

Fuera como fuera.

—Hoy estuvimos haciendo un debate sobre el sexo —le conté mientras caminábamos hasta la biblioteca, la comida había estado más que bien pero fue todo en plan amistad, nada romántico como me habría gustado—. Todo empezó cuando Yuridia nos contó que este fin de semana estuvo con su novio y bueno... Mantuvieron relaciones.

Yuridia era una de esas chicas que me caían bien porque no fingían su personalidad como la mayoría de alumnos del instituto, era muy natural y eso la hacía auténtica. Sus padres eran mexicanos, si mal no recordaba, y ella tenía un pequeño gran crush con Diego de Jesús (amigo de mi hermano), quizá por eso de que también tenía raíces mexicanas o anda tú a saber.

En el insti había dos tipos de personas: las que se escandalizaban por hablar de sexo ya que en sus familias lo veían como un tabú y las que hablaban de este con frescura porque era un tema normal y corriente.

En mi casa nunca se había callado el tema, si surgía pues se hablaba como de cualquier otro. Al fin y al cabo, el sexo era al natural y todo el mundo lo tenía, ¿no?

Menos yo, claro. Aficionada a la lectura busca a alguien que valga la pena para un polvo que también valga la pena, no para algo "ideal", solo por satisfacción y validez, no cualquiera iba a ser digno de sacarme la ropa.

—¿Suenas muy interesada o es cosa mía?

—Es cosa tuya que me vinculas siempre con lo perverso —me meto con ella y sus mejillas se encienden, algo que sin duda amaba de Chiara—. Tú tampoco estás para hablar, sigues siendo virgen, ¿acaso esperas a que la perdamos juntas o que?

—No tengo interés en el sexo —sonó sincera—. Quiero decir, no veo nada de malo en que la gente folle siempre que le apetezca, claro... Pero no sé, tengo diecisiete años y telarañas entre las piernas.

Foto o fake.

Digo...

—Porque tú quieres, tienes a mucha gente detrás y lo sabes, no soy la única que sabe apreciar tu belleza —señalé, mirándola de soslayo. Quedaba tan poco para llegar a la biblioteca y tenía tantas ganas de que esta conversación no finalizase...—. ¿Tienes miedo del mito de encoñarte con la persona con la que tengas tu primera vez?

—No le tengo miedo al compromiso, tengo miedo a quitarme la ropa.

Su confesión me dejó anonadada. ¿Una chica como Chiara tenía miedo a que la vieran desnuda?

Su duda me dejó pensativa, pero no me dio tiempo de responderle porque aceleró el paso para llegar antes a la biblioteca y una vez allí era momento de mantenerse en silencio.

¿Un secreto? Odiaba el silencio cuando estaba con ella, necesitaba hablar todo el tiempo, contarle una cosa y también otra, hacerle reír, saber que me estaba prestando atención.

Debía de comportarme, ya tenía diecisiete años, no podía lloriquear como una niña pequeña en busca de atención cada vez que ella no me la daba.

Tomamos asiento en la mesa, alejadas de las dos personas que ya había allí, y sacamos nuestras cosas para organizarnos. Éramos siete personas escasas, dos estudiando, otras dos en los ordenadores y una caminando entre las inmensas estanterías llenas de libros. Tuve que poner toda mi fuerza de voluntad para no levantarme e ir a hacerle compañía, amaba los libros con toda mi vida, si iba a una biblioteca era por ellos, no para estudiar como hacía Chiara.

Tomó mi libro de matemáticas y lo abrió justo por la página de problemas. No, por favor. Odiaba buscarle la lógica a esas mierdas.

—No pongas mala cara —advirtió al abrirme la libreta—. Habíamos quedado en que mientras yo estudiaba tú harías ejercicios de refuerzo.

—Voy a suspender igual, lo sabes ¿no?

—Me sentiría muy ofendida si después de mis clases particulares suspendieras, así que más te vale ponerte las pilas porque yo el examen no te lo puedo hacer —fruncí los labios al verla sacar su libro de biología, materia que tampoco extrañaba, y después ponerse a repasar como si nada.

Resignada, tomé un lápiz (porque ni de coña haría ejercicios a bolígrafo, dejaría la libreta hecha un cuadro) y empecé a hacer lo que pensaba que estaba corrector, la calculadora hizo hasta operaciones sencillas que los niños de primaria hacen en pocos minutos, ¿pero para qué habría de hacer yo el esfuerzo de multiplicar si habían inventado las calculadoras? Es que era una pérdida de tiempo.

Chiara estaba entretenida, pero sabía de sobra que le echaba un ojo a mi libreta para mirar si estaba haciendo los deberes o no, al igual que sonreía disimuladamente al ver que lo estaba haciendo bien. Eso ya era mucho para mi.

Fingí estar leyendo el enunciado del siguiente problema cuando posé mi mano en su pierna y la levanté peligrosamente a modo de caricia. Chiara detuvo lo que estaba haciendo de inmediato y la sentí tensarse bajo mi tacto.

¿Yo? Yo también lo quería todo con ella sin hacer ni la más mínima excepción.

Pero Chiara no era como yo, ella puso su mano sobre la mía y la alejó de su pierna, haciendo sentir el más puro rechazo. ¿Cómo se actuaba después de algo así?

Chiarbella Where stories live. Discover now