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La magia era algo a lo que estaban acostumbrados desde que obtuvieron consciencia de ellos mismos, era su esencia y lo que les hacía brillar por entre todas las personas en el mundo de los iguales. Luego de una catástrofe en su idíli...
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Un grito desesperante resonó a la lejanía, abrió los ojos y observó su alrededor, buscando al causante de aquel chillido; encontró el crepitar de las llamas en lo más profundo del bosque que alarmaban a los animales y les obligaba escapar fuera de su hogar, la alarma de la academia semejante al grito de una banshee destrozaba sus oídos, entre todo el bullicio, las voces de sus padres resaltaron obligándola a alzar su mirada hacia ellos, los adultos no hacían más que intercambiar palabras sombrías reflejando su estado anímico en su rostro pálido y atemorizado. Sintió unas manos no tan diferentes a las suyas, rodear sus brazos con un tacto cálido, tan suave que se sentía irreal y la mirada verde esmeralda de su hermano gemelo la trajo de vuelta a la realidad en un zarandeo.
Los primeros rayos solares del día golpearon su rostro cegándola un instante, aturdida visualizó el nuevo panorama ante sus ojos; abandonaron el vasto bosque de la carretera para adentrarse en la jungla de concreto, su nuevo hogar y la última parada en el interminable viaje por hallar un lugar seguro en el cual hospedarse de por vida. Un gran cartel les daba la bienvenida a la ciudad de Arcadia y, a medida que se adentraban en ella, la conmoción vehicular hacía presencia. Su hermano llamó su atención una vez más al abrir la jaula de su mascota, el cuervo era tan negro como la noche, pero poseía una característica mancha blanca en forma de lágrima sobre su cabeza, se despertó y no tardó en brincar sobre las piernas de su dueño.
A las ocho de la mañana llegaron a su nuevo vecindario, una calle terminada en círculo con únicamente tres casas rodeándolo, su padre aparcó el auto fuera de la cochera en la casa del medio y el camión de mudanza se detuvo detrás de él. Los más jóvenes descendieron con prisa y se aproximaron a su nuevo hogar: de dos plantas y, seguramente, un sótano, era mucho más grande que sus antiguas residencias.
—¿Aquí vamos a vivir?— La chica preguntó con entusiasmo hacia su padre.
—Sí, este es nuestro nuevo hogar.
—¿No es la casa que aparece en tus fotos de pequeño?— Esta vez preguntó el chico, su padre asintió en respuesta. —¿Dónde están los abuelos?
—Se fueron a Australia hace años, pero ahora no hablemos de ellos.
El mayor se alejó en dirección a los hombres de la mudanza, quedando los más pequeños ante el antiguo hogar de su padre y todos sus secretos por descubrir. Sin dudarlo dos veces, ingresaron a la vivienda para encontrarse con algunos muebles cubiertos con telas blancas, estanterías con algunos libros empolvados y un papel tapiz de estampado floral, clásica decoración de abuelas. El cuervo voló por las habitaciones graznando de felicidad.
