Prólogo. "El antiguo futuro".

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Narra Carlos Gómez.

No sé cómo definir mi boda.

No, no. Es que ver a todos mis amigos comiendo y gritándose de unas mesas a otras, mis sobrinos (los hijos de mis colegas, porque a mi hermana biológica no la puedo ni ver) gozándolo con los hinchables... fue mágico. ¿Lo que no me gustó? Ser el novio. No me gustó tener la obligación de atender a la familia política.

Bueno, pero vino él. Vino mi zagal. Mi mejor amigo, así lo conocieron los invitados de cortesía. Eso significa que pidió permiso en su trabajo, el cual conlleva mucha parte de corazón, como el mío, ya ves: él haciendo feliz a niños que supuestamente sobran en la sociedad y yo, lo mismo, pero con animales. Estoy tan, pero tan orgulloso de haberlo visto crecer, de haberle dado consejo cada vez que me lo ha pedido, que ahora verlo volar por sus propios medios me emociona.

Dos días antes de la boda me lo encontré en el bar con el hijo de Anita y Gorka, la dueña del propio bar y uno de los terapeutas ecuestres más solicitados de la comarca, respectivamente, haciéndole muecas y hablándole con voz de dibujo animado mientras aquel se ahogaba de la risa. Ay, mi Pablo... luego me piden que no lo quiera tanto.

Precisamente estoy con su hermano mayor tomando el café mañanero de hoy, miércoles. Miguel García. Mecánico y padre de dos hombrecitos de distinta madre. El primero, Bruno, tiene quince años, y la madre falleciócuando el niño tenía cuatro años en un accidente de tráfico. El pequeño, Alejandro, de añito y medio, en cambio, es el fruto del amor que le tiene a su primer romance, Alejandra.

- Qué nochecita me ha dado el Jandro, tío –resopla tras relamerse el labio para quitarse el resto de café con leche-.

- Y ¿Ale no...?

- ¿Ella? Tiene que estar presentable para la charla de hoy, hombre, que es un posible cliente buenísimo –la imita-. Y como yo estoy apretando tornillos...

- Bueno, pero tú estás expuesto a todo tipo de personas en el taller, chiquillo. Empieza a ver por ti, Migue –le repito por enésima vez-.

- ¿Y tú?

Se me da de culo hablar de mí.

- Extrañando a Pablillo segundo sí segundo también –sonrío melancólico antes de morder la pasta de mantequilla-.

- Ayer me mandó un mensaje, ¿ves?

- ¿Qué cuenta ese sinvergüenza?, a ver.

- Nada, que cómo estamos, que él está muy bien cuidado, con sus pacientes, pero que le van a llevar a un crío por el duelo de una mascota –resume y se me ponen los vellos de punta-.

- Madre mía, con lo animalista que es –exclamo-.

- Un labrador. Mira... está...

- Claro, su Puma –lo señalo con la cabeza, que está echado a nuestra vera-.

- Le llamaré esta noche, a ver cómo fue.

Luego, se unen Edu, el alcalde, Rafa, el taxista, y Fabio, el dueño de la pequeña tienda que mantiene al pueblo. Cada quien tiene sus razones para desahogarse mediante refunfuños: familia, trabajo, baja autoestima... bueno. La dura vida adulta.

- Quién fuere chiquillo de nuevo –suspira Fabio al ver a toda la adolescencia (la riqueza de Benatae, también te digo) juntándose en la entrada de la localidad para ir al instituto de Siles, el municipio vecino-.

Siempre quisimos reservar nuestro pueblo como zona vacacional, sobre todo para nuestros pequeños. Yo tengo mi protectora y mi veterinaria aquí, como Miguel y su mejor amigo, Joaco, tienen el taller automovilístico y como Fabio y su mujer, Valeria, tienen la tiendita. Estos negocios son necesarios para la economía e imagen municipal. Es nuestra manera de colaborar con Eduardo, que en cierta manera es el jefe.

Las historietas de Benatae [EN PROCESO]Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon