El nacimiento del vínculo

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Días del pasado

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Desde el momento en que sus personalidades comenzaron a formarse, haciendo más notable la diferencia entre una hermana y la otra, Audrey demostró ser una niña mucho más extrovertida que Skylar, a pesar de que esta última había nacido unos minutos antes, convirtiéndola en la "hermana mayor".

Donde Addy deseaba destacar y ser el centro de atención, Sky era la viva imagen de la apacibilidad y protección para con su hermana, aplaudiendo cada una de sus encantadoras ocurrencias, aun cuando hubiese estado añorando pasar el tiempo perdiéndose entre las flores del jardín.

Un día, una maravillosa noticia les fue dada a ambas niñas, pues recibirían en su hogar a un visitante que viviría junto con ellas a partir de ese momento. Un niño apenas mayor que ellas llamado Traian Lovewood. Su abuela paterna, Marion Gerald y su madre, la princesa Elizabeth Dawson, les explicaron de una manera que resultase fácil de entender, la naturaleza del vínculo que podía surgir entre un guardián y un jinete, haciendo especial énfasis en su importancia. Ambas razas existían para proteger el equilibrio y resguardar al reino de los humanos de la oscuridad acechante. El lazo hacía más fuertes a quienes lo compartían y a su vez, fungía como uno de los pilares que sostenía la alianza entre hijos de la luz y del cielo.

"El lazo que une a dragón y jinete es un potencial innato, un puente construido entre las almas".

"Puede ser encontrado o desarrollado, pero jamás forzado".

Existían casos muy especiales, en los cuales la conexión se hacía presente con el primer contacto, tal y como fue el caso de su padre James Garroway con el nefilim Eleazar Lovewood. Un tipo de lazo tan poderoso que tendía a heredarse por su descendencia, por lo que existía una gran posibilidad de que alguna de sus hijas manifestase la conexión con el hijo de Eleazar.

Audrey estuvo encantada con la idea, clamando entre saltos y volteretas su deseo de tener un jinete, mientras que Skylar se había limitado a sonreír con ilusión.

Fue entonces cuando el día esperado llegó y los niños al fin se conocieron.

Addy recibió efusivamente al niño Lovewood, acaparando su atención la mayor parte de la tarde, pero no hubo rastros de Sky por ningún lado. Ni su madre, ni sus abuelas habían sido capaces de dar con ella, pero teniendo en cuenta que su hogar se encontraba protegido con salvaguardas que impedían a cualquiera entrar o salir sin consentimiento, trataron de darle a la niña su espacio para que se acercase cuando se sintiera lista. Addy por otro lado, se encontraba tan absorta en Traian que apenas y había reparado en la ausencia de su hermana.

Las tres mujeres permitieron que los niños se desenvolvieran a sus anchas, sin presionarlos en ningún sentido, aunque permanecían atentas a cualquier indicio. Sabían que no debían interferir. Eran ellos quienes debían encontrar su cauce, por lo que simplemente se limitaron a observar y esperar.

Fue así como en un momento determinado, Trai logró escabullirse por la puerta trasera, buscando presuroso un lugar en donde esconderse de Audrey, quien no había parado de colmarlo de atenciones desde su llegada. El niño encontraba desconcertante toda la atención que estaba recibiendo, teniendo en cuenta que había pasado los últimos dos años y medio al cuidado de las sacerdotisas eruditas, quienes en su mayoría resultaban ser damas silenciosas, volcadas por completo en sus estudios. Todas excepto la hermana Lucía, quien fue particularmente cálida y atenta con él desde el primer instante en que puso un pie en el Monasterium.

Aliviado de encontrarse solo, se refugió en el interior de un arbusto de flores violetas. Gréine resultó muy diferente a la imagen que había concebido en su mente sobre ella, especialmente teniendo en cuenta que se trataba de la base ártica donde habitaban los guardianes. Había esperado hielo y pingüinos, pero Gréine distaba mucho de aquella preconcepción. Al estar consagrada al sol, la Base Norte de los guardianes fungía como un paraíso abandonado, similar a una esfera de nieve cuyo interior resguardaba un pedacito verde de mundo, mientras que en el exterior, los páramos bañados de nieve se extendían hasta donde alcazaba la vista, más allá de las torres perimetrales. Ahí mismo, frente a la casa Garroway, un hermoso lago cristalino reflejaba el suave resplandor del sol acuoso que ocupaba el cielo durante las "noches" del largo verano, convirtiéndolo en un hermoso espejo blanco rodeado del verde de los tranquilos bosques adyacentes. No esperarías escuchar pájaros y el arrullo del agua en el polo norte, pero era parte de la magia que les había sido confiada a los guardianes junto a las reliquias del sol y de la luna, para garantizar su supervivencia y bienestar. Trai buscó arrebujarse aún más en su escondite, feliz de poder encontrarse consigo mismo y deseando que su paz no acabase demasiado pronto.

El legado de Orión ©Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt