Capítulo XII: Una máscara reconoce a otra

305 13 1
                                    

Colette

-

Solo cuando el sonido de la puerta al cerrarse le aseguró a Cloe que se encontraba sola en el pasillo, se permitió a sí misma abandonar la mesura y soltar un improperio en su ruso natal.

Había tenido sus dudas cuando los encontró por primera vez, demasiado arrebolados como para poder hablar sin que sus voces titubearan al final de cada oración. Ambos con el cabello revuelto y la respiración agitada. Pero Cloe trató de convencerse de que no se trataba de nada. Quizás habían estado discutiendo y jalándose de los cabellos, o llorando tan profusamente que...

"Bah", ¿A quién quería engañar?

Ya desde hacía mucho que se había dado cuenta de la forma en la que Traian miraba a su guardiana cuando creía que nadie lo estaba mirando a él.

Pero su trabajo era observar.

Su trabajo consistía en ser silenciosa y letal. Contenida, pero veloz. Un rayo de luz en las sombras. La primera en reparar en el peligro. La primera en actuar.

Al comienzo, intentó justificarlo. Quizás ese fuera el crecimiento habitual del vínculo. Su tiempo con Ethan había sido corto... Demasiado corto como para saber a ciencia cierta, qué esperar del lazo que unía a un jinete con su dragón.

Sin embargo, ella si que conocía a otros que compartían el vínculo y la forma en la que esos dos se miraban, distaba mucho de asemejarse a las miradas que compartían otros como Freya y Charles por ejemplo. La complicidad entre la regente de Gealaí y su jinete rayaba en el punto perfecto entre la admiración y el afecto. Dos estrellas destinadas a brillar juntas. Traian y Skylar por otro lado, orbitaban uno entorno al otro como la tierra alrededor del sol, con una intensa necesidad. Todavía le costaba trabajo asimilar la facilidad con la que aquella chica había alterado un hechizo prescrito para reutilizarlo a su voluntad y reflejar el lazo de ambos en ella. Incluso los eruditos más experimentados podían llegar a tardar semanas o hasta meses en descubrir la manera de canalizar su poder para emplearlo de esa forma, pero para Skylar Garroway había resultado tan sencillo como pensarlo y hacerlo. Y Cloe recordaba cada detalle. Lo recordaba como quien percibe una bocanada aire puro por primera vez después de estado respirando a medias un aire viciado y denso por mucho tiempo. Un punto de luz dorada azulada en medio de la oscuridad, tan refulgente que pareció encender el mundo a su alrededor y a ella misma.

La sensación del vínculo abriéndose paso en su mente hizo que el corazón le doliera de alegría. Había extrañado tanto esa conexión con otro ser vivo... La extensión de una mano amiga en medio de la sombría soledad alojada en su interior desde hacía ya tanto tiempo...

Por un momento creyó haber muerto y la posibilidad la hizo feliz, más de lo que jamás podría admitir en voz alta. Al fin volvería a ver a Ethan.

Pero el vínculo que le fue reflejado para ayudarla a recuperarse, luego de que su sello en la habitación del joven Christian hubiera sido quebrantado, era muy diferente al que recordaba haber tenido con su guardián... La intensidad de la conexión entre ambos era abrumadora y por lo que fue un breve instante, Cloe habría podido jurar que sintió fuego fluyendo por sus venas. El mismo fuego abrasador que una vez fluyó a través de la gran reina Andrómeda, uno que solo podría tener su origen en el mismísimo cielo. Si verdaderamente las almas destinadas se encontraban conectadas entre sí por un hilo rojo, las de ellos estaban unidas por algo mucho más poderoso, un hilo dorado más fuerte que cualquier acero y mucho más arraigado de lo que se esperaría de un vínculo entre dos guerreros.

Fue en ese momento cuando se dio cuenta de que lo que existía entre Skylar Garroway y su primo, era algo que se salía de los esquemas que sus pueblos habían trazado entorno al vínculo que llegaba a nacer entre un hijo de la luz y uno del cielo. Se suponía que el vínculo consistía en un lazo de naturaleza filial entre almas afines. Un lazo conector entre dos vidas. Pero lo que Cloe experimentó ese día fue algo distinto. En ellos, era como si ambos conformasen una misma esencia dividida en dos cuerpos.

El legado de Orión ©Where stories live. Discover now