Capítulo XXVI: Un ángel con ojos de demonio

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Traian

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No tenía la más mínima idea de cómo podría mantenerse al margen de lo que sucedía entre ambos el tiempo suficiente como para poder dar con las respuestas que necesitaba sobre el tema de los jinetes y guardianes desaparecidos. Estar cerca de Sky sin sucumbir a sus deseos de tocarla era una tortura. Su sola cercanía encendía en su corazón un furioso incendio que le recorría el cuerpo de los pies a la cabeza, un de ansia que se aplacaba solo cuando la tomaba de la mano o la tenía entre sus brazos. La necesitaba, como al aire para respirar.

Y ese vestido no le ayudaba a mantener a raya sus impulsos.

Skylar poseía la extraordinaria facultad de verse hermosa sin importar la ocasión o lo que llevase puesto, ya fuera entrenando, leyendo un libro, de pie frente a un lienzo con los dedos manchados de pintura o dormida con las negras pestañas acariciándole las mejillas... Pero esta noche le había dejado sin habla.

La noche anterior había sido el fuego en su estado más libre y salvaje, viva y hermosa de los pies a la cabeza, pero esta vez, cuando la visión de ella bajando las escaleras acaparó no solo su atención, sino la de todos los invitados, Sky se convirtió en algo diferente. La primera estrella del crepúsculo, la más brillante y arrebatadora. Una divinidad en la tierra. El tipo de belleza que hacía imposible mirar hacia otro lado, magnética y sensual... Capaz de robar el aliento al sol y a la luna.

Verla bailar con otro, otra vez, le implicó una completa agonía. En especial cuando se trataba de uno de los hijos de la luz con peor fama entre la sociedad de los nefilim y guardianes.

Sus propios celos le avergonzaban.

¿Acaso no fue él mismo quien la noche anterior le sugirió buscar la ayuda de Logan Annicetti?

Además, ni siquiera es como si lo conociera lo suficiente como para emitir un juicio sobre él. Renegaba de aquellos que sentenciaban sin bases tangibles y aun así aquí estaba, haciendo exactamente eso. Pero no podía evitarlo, no cuando se trataba de ella. Sin dudas no había nadie más calificado que Logan para ayudarla a entender lo que le estaba pasando... Al final, todo se reducía al hecho de que de ninguna manera hubiera podido prever la cena de presentación y mucho menos que Sky le cedería el primer baile a alguien que no fuera él.

Ese primer baile debió de pertenecerles a ellos... Pero ella ofreció su mano a Audrey sin parpadear.

Claro que aquello no debió de haberle extrañado en lo más mínimo, no después de las palabras que tuvo que forzar a través de su boca aquella tarde, palabras con las que la había lastimado profundamente y a él mismo en el proceso.

La serie de acontecimientos de las últimas veinticuatro horas lograron hacer que la poca estabilidad que consiguieron construir a su alrededor se estuviera cayendo a pedazos y una parte de él temía que Sky sufriera un punto de quiebre. Era fuerte y él lo sabía, sim embargo, todo se estaba moviendo con demasiada rapidez, sus vidas, la avanzada del decreto de guerra y todo lo que eso conllevaba, eso sin tener en cuenta los acontecimientos más recientes, como la revelación de Amanda como nefilim y el despertar de Audrey. Eran cambios, altos y bajos demasiado drásticos, aún en su mundo de luz y oscuridad. Es por eso que no podía exponerla de una manera tan irresponsable a otro riesgo si podía evitarlo. Cloe tenía razón, fue un tonto en no darse cuenta antes. Quizás su prima pudiera ayudarlo a dar con las respuestas que necesitaba. Cloe tenía acceso a los registros de Heimleif gracias a su posición como guarda juramentada y si había un lugar donde pudiera encontrar las pistas necesarias, sería ahí. Pero para eso tendría que viajar a la Ciudad Luz y no podría hacerlo con Sky.

—¿Inmerso en las musarañas?

Desde el momento en que reingresó al salón, Trai hizo un esfuerzo por mantenerse lo más apartado posible del gentío, pero Audrey había conseguido la forma de mantenerse pegada a él y lo cierto es que su presencia le incomodaba. Estar cerca de ella le resultaba... Inquietante. El parecido con Skylar era extraordinario, eso no podía negarse, sin embargo, había algo en ella que lo mantenía en un perpetuo estado de alerta, aunque no sabía identificar qué.

El legado de Orión ©Where stories live. Discover now