Capítulo 1: A su encuentro

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Aria vio el floter esperando afuera de casa, un vehículo ovalado de unos cuatro metros de largo, que se transportaba usando magnetismo. Su amiga y sus madres estaban ahí para despedirla. Se había independizado hacía poco, sus madres vivían juntas en una casa cercana a la suya, así que no estaba tan sola de todos modos, y tenía a su amiga.

—Ay, mi vida —sollozó su mamá, triste y feliz, una rara combinación—, te vamos a extrañar.

Su otra madre también se acercó y se abrazaron entre las tres. Su amiga vino a abrazarla también luego de que las mujeres se separaron y una consolaba a la otra.

—Toma esto para que celebres —le metió un pequeño dispositivo en el bolsillo.

Iba a ir finalmente a conocer a su chico, ese con el que se había comunicado solo por mensaje. El chico con el que había sido compatible luego de casi un año y medio de pruebas que se daban cada trimestre.

Aria se acomodó el lazo del cuello y le sacó una pelusita que logró ver. Se había puesto la mejor ropa que tenía, producto de una que otra compra eventual. Una blusa rosa con un lazo en medio, pantalones negros que resaltaban sus curvas, y unos tacones bajos. Sabía que debía verse atractiva, femenina y dulce, al menos eso era lo que exigía el Edén.

Su dron, que parecía un caramelo flotante con dos ojitos virtuales, lanzó un holograma de una manito con un pulgar hacia arriba.

—Gracias DiDi —le correspondió el gesto haciendo lo mismo.

El aparatito que le había dado su amiga vibró, pero ella lo tocó para que se desactivara su celebración.

La chica sonrió con alivio. No estaba dispuesta a arruinarlo justo en el final, después de tanto trabajo y empeño que le había puesto a su labor de tener a un chico. De por sí, ya era bastante difícil que aceptaran a mujeres fuera de la zona exclusiva que rodeaba el Edén, así que no iba a tentar a la suerte.

Todavía y siempre recordaría el momento en el que recibió la noticia.

Corría fuera de su aula, un ambiente blanco y pacífico. Era el último día de estudios y las chicas se reunían para ver los resultados de los exámenes que eran posteados casi enseguida en las pantallas translúcidas del lugar.

—¿Ya has sabido los resultados finales de tu compatibilidad? —le preguntó su amiga Stacy.

Una chica de piel morena, con el cabello púrpura. Habían estado juntas siempre desde la escuela. Había postulado junto con ella, pero no había pasado luego de las primeras pruebas.

Para ellas era un misterio en qué se basaba el Edén para determinar eso.

—Estoy por revisar, no me angusties. Primero la escuela y luego eso.

Estaba preocupada, ya que las pruebas para el Edén exigían concentración. Se decía que, si estabas distraída con otras cosas, no ibas a responder al cien por ciento de sinceridad.

Los test psicológicos podrían ser los más intrigantes, con esos en realidad no se podía sentir que estuvieras respondiendo bien o mal, pero lo importante era tener compatibilidad.

—No sé por qué nos hacen pasar por todo eso, ¿sabes? He escuchado que a los chicos no les hacen pasar por tantas pruebas —reclamó Stacy.

—Bueno, pero es que ellos ya viven en el Edén siendo cuidados y protegidos, sin problemas, sin peligros, preparándose para su chica. Probablemente ahí los estudian. —Se aseguró de haber salido bien en sus notas y dio un brinco.

Los chicos eran obedientes, dulces, estaban preparados para cuidarte, para cubrir todas tus necesidades. En los test físicos y psicológicos también se aseguraban de que la mujer pudiera darles lo necesario.

Eva: el proyectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora