Capítulo 43: Un mundo casi perfecto

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—Nuevamente dormido, señor Fuentes —un reclamo despertó a Christopher.

Reaccionó y miró a su alrededor. Era un salón pequeño, a su parecer, ya que estaba acostumbrado a los amplios espacios blancos. Miró su ropa y se dio cuenta de que tenía una camisa, pero con botones raros que era lo que la mantenía cerrada, y no la línea magnética.

Pero su sorpresa fue mayor al ver a Paul en frente. Quedó con la boca abierta.

—Muy bien, quiero que terminen de leer la página ciento cincuenta. Ya van a graduarse, deben prepararse... —Lo vio escribir en una parte de la pared de color verde oscuro.

¿Qué pasaba? ¿Qué era ese lugar? ¿Paul estaba bien?

¡Y Tomas...!

Volteó asustado y reconoció al chico sentado en el escritorio de al lado. El joven de ojos verdes lo miró de reojo, apoyando su rostro en su mano, y le sonrió de lado. Llevaba una chaqueta de color negro y jeans. También ropa rara.

—Tomas... Paul está ahí... —susurró corto de aliento.

—Durante clase es el profesor Ramos —se excusó—, solo en casa es papá.

—Pero...

—¿Estás bien? —le preguntó otra voz conocida.

Mauro, que estaba en el escritorio detrás de él. También tenía ropa extraña, una camiseta con rayas azules y verdes. Todo el lugar era raro, y todos vestían diferente.

Christopher los quedó mirando con absoluta sorpresa. De pronto un timbre sonó y todos empezaron a guardar sus cosas. El ojiazul volvió a ver a su escritorio y se dio cuenta de que no era translúcido, las clases no estaban en su superficie como hologramas, sino que en su lugar solo estaba una cosa gruesa, un libro, pero... No era una tableta.

Extrañado, levantó una hoja y la pasó. Era cientos y cientos de hojas.

—Nos vemos —dijo Paul dedicándoles una sonrisa a él y sus amigos—. Te veo más tarde —agregó para su hijo, con su amable sonrisa.

Christopher se puso de pie de prisa, queriendo ir a detenerlo, pero cuando salió, los pasillos solo estaban llenos de estudiantes. Se dio cuenta entonces de que había hombres y mujeres por igual.

Los jóvenes pasaban por su lado conversando, riendo, haciendo alboroto, pero él se sentía en una especie de mundo aparte.

—Vamos. —Tomas le puso la mano al hombro.

—Oigan... Esto no es Edén, ¿qué está pasando?

—¿Edén? —se burló Mauro.

—¿Sabes si le han dado algo...? —murmuró Tomas.

Christopher empezó a sentir como si todo lo que había vivido en el Edén solo eran fragmentos, memorias lejanas, como si hubiera sido...

—Un sueño...

—Hey, te está mirando —le avisó Mauro en voz baja con una sonrisa cómplice.

El chico volteó enseguida y se encontró con Aria. Quedó sorprendido nuevamente y sonrió, gesto que ella correspondió mientras sus mejillas se tornaban levemente rosadas. Quiso acercarse a ella y hablarle, pero unas chicas, Karen, Stacy y Andrea, tiraron de ella y solo pudo despedirse moviendo la mano.

—Vamos, se va a hacer tarde —le avisó Tomas.


Subieron a una especie de transporte en donde había mucha gente. Christopher no dejaba de asombrarse. Todos estaban en sus asuntos, leyendo esos libros prehistóricos, o viendo las pantallas de tabletas también de apariencia rústica, antigua, aunque se vieran nuevas.

Eva: el proyectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora