Capítulo 11: Celos

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—¡No puedo creer que me hicieras eso! —reclamaba Aria caminando adelante.

El floter llegó y la puerta se abrió hacia arriba. La chica subió siendo seguida por él, que también estaba molesto.

—Dijiste que me acusarías. ¡Confié en ti!

—¡Si confiabas en mí no hubieras dudado! —las lágrimas ya estaban en sus ojos, cosa que hizo al chico cambiar de expresión—. ¡Solo quería pasar un rato lindo contigo! ¡Qué importaba si estaban ellas! ¡Quería que te concentraras en mí!

Él suspiró con culpa y bajó la vista mientras ella sollozaba y se limpiaba las lágrimas con rabia.

—No entiendes... Lo dijiste.

—Si se enteran de que no somos compatibles en verdad, te van a llevar y me van a regresar a la ciudad de afuera. —Se limpió más lágrimas conteniendo un espasmo por el llanto—. Sé que estuvo mal lo que dije. Entiendo que no quieres ser encerrado de nuevo, yo tampoco quiero perderte —confesó con la voz quebrada—. Perdón.

EDy se encendió haciendo que Aria respirara hondo a punto de llorar de nuevo y se tapara la cara, lamentando el haber hablado en voz alta estando ahí el aparato.

El llanto volvió sin que lo pudiera evitar, y eso la llenaba de ira contra sí misma, porque cuando empezaba a llorar, no había quién la parara. Era un fastidio, odiaba eso en ella. DiDi no estaba, no podía darle la pastilla para calmar su ansia.

—No nos vamos a separar. Somos compatibles por algo —murmuró tratando de remediarlo, en caso de que el dron hubiera escuchado y estuviera retransmitiendo o lo haría luego.

—EDy —dijo Chris—, apágate de nuevo.

—Orden no acatada —respondió el aparato.

Él suspiró, tomó la chaqueta y se la dejó caer encima.

—Modo crucero y "no molestar" entonces.

Acercó su asiento al de la chica y le tocó el hombro.

—¿Por qué eres travieso? —sollozó ella.

De todas formas, le agradaba ese aspecto de él, lo hacía diferente a los otros chicos que había visto, pero a veces resultaba poco productivo.

—Ya —intentó calmarla, rodeándola con sus brazos, algo que hizo que su corazón diera un bote—. Lo siento. Es que... Sí, supongo que no entiendo qué tan importante es para ti que todas nos vean de cierta forma. Comprendo que también me beneficia. —Acarició su cabello—. Lo siento. Volveremos pronto, tú y yo. Aunque, si están ellas... Bueno, ¿qué se va a hacer? Tienes razón en que al menos seguimos estando tú y yo pasando un rato.

—Sé que no te gusta que te toquen —murmuró ella recostada contra su pecho y con los ojos cerrados, disfrutando de su aroma que, a diferencia de el de las mujeres, tenía más intensidad. Una buena—. ¿Cómo crees que iba a dejar que ellas lo hicieran?

Él sonrió de forma traviesa, los hoyuelos marcándose en sus mejillas.

—Y si lo hacen... —Se le acercó al oído para que el dron no escuchara—. ¿Al menos pondrás tus labios contra mi piel? —La miró con diversión en pos de alejarse—. Dime, para ir a que me toquen.

Ella se movió en una risa silenciosa y se apartó un poco, ya que sintió su estómago revolotear, y no por la comida. Mordió su sonrisa y le dio un beso en la mejilla, ligeramente más prolongado que el anterior, que aceleró el corazón del chico y lo llenó de una sensación de calidez.

Él rió entre dientes.

—Hueles a camarones.

Ella tomó la chaqueta, descubriendo a EDy, y se la arrojó apenas, sacándole otra risa.

Eva: el proyectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora