Capítulo 22: Planes

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Aria había quedado encantada con Tomas. Era guapo, con unos profundos ojos verdes y muy educado. De todas formas, su corazón seguía con Christopher. Apretó los labios y le sonrió. Estaba feliz, aun así, ya que Chris había parecido muy preocupado por su amigo. Además, era verdad que estaba ahí.

Eso significaba que el Edén aislaba a los chicos si no les parecía que cumplieran con los estándares. Le preocupaba que llegaran a encerrar a Christopher si él llevaba su rebeldía más allá.

En el floter, Tomas observó los alrededores con bastante sorpresa.

—¿Te agrada?

Él volteó a mirarla con sorpresa y sonrió.

—Sí. —Y volvió a ver hacia la ventana.

Ella notó la cierta tristeza con la que lo hacía.

El chico no podía dejar de pensar en aquellos que se quedaron atrás. Aquellos que nunca saldrían, que no verían lo asombroso que era ahí afuera ni una sola vez.

...Ni una sola vez...

—Puedes decirme lo que sientes —murmuró la chica. Él volvió a mirarla, intrigado—. Sé que estabas aislado. Me lo dijo alguien...

—¿A-alguien?

La chica entonces cubrió al dron, que estaba apagado en su base de carga, pero de todas formas no quería arriesgarse.

—Christopher.

Ese nombre le hizo reaccionar.

—Chris...

Aria asintió.

—Estaba preocupado por ti. —Sonrió recordando con algo de nostalgia—. Estoy segura de que lo vas a ver pronto, es el Adán de una... amiga.

—No suena muy feliz diciendo eso.

—Puedes tratarme de "tú". —La sonrisa se le fue y bajó la vista—. Está bien. Es así como debe ser.

Pero Tomas reconocía esa mirada de leve decepción, de resignación. Apretó los labios.


Al llegar a casa, él también fue a inspeccionar los extraños electrodomésticos, pero con más recato. Esperaba además a que ella le dijera qué hacer. Aria sonrió.

—Gracias por ayudarme a salir —dijo él luego de mirarla.

—Es lo mínimo. Descuida.

—Hay algo más.

—¿Sí?

—Hay más como yo, ahí en el Edén, encerrados hasta morir.

Eso preocupó a la chica, pero asintió.

—Sí, lo imaginaba. Tenemos que hacer algo.

—¿En serio? ¿Estás dispuesta a hacer algo?

—¿Por qué no? No es justo.

—Un amigo quedó enfermo. No creo que aguante hasta que pueda ayudarlos —lamentó.

—Tranquilo. Trataremos.

A Tomas, los otros hombres siempre le dijeron que las Evas no escuchaban, que no les importaba lo que ellos sintieran. Que solo debían concentrarse en obedecer a lo que ellas pidieran. Pero desde que supo que ella lo había ayudado a salir a pedido de Christopher, pensó que la probabilidad de que ella sí escuchara era alta.

Y no se había equivocado.

Sonrió ampliamente.

—Gracias.

Eva: el proyectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora