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Christopher.

Los días pasan rápido. Las semanas, que pronto se convierten en meses y yo solo no puedo creerme por completo que Rachel siga aquí.

Una parte de mi, esperaba que después de tantos reclamos sobre nuestra relación ella se rindiera y decidiera dar un paso atrás para hacer feliz a todo el mundo, menos a ella misma. Su amiguita, Luisa, es quien no deja de entrometerse, pero ella sigue férrea a estar conmigo.

Me ha sorprendido con creces que ya me ha demostrado que lo único que le importa es lo que ella quiere.

Siempre he dicho que cada quien está donde quiere estar. Y no niego que me eleva el ego que ella quiera estar conmigo. Las peleas no han faltado en estos seis meses, pero las reconciliaciones son mejores.

Rachel se ha estado moviendo de un lado a otro con lo de la boda, insistiendo en que quiere algo perfecto.

No se me hace más que una perdida de tiempo, pero dejo que haga lo que quiera porque me paga cada noche o cada que nos encontramos solos.

Nadie sabe en si —aparte de su círculo se amigas— que Rachel y yo estamos comprometidos, ¿Porque?, La respuesta es sencilla:

Ella quiere planificar todo con tranquilidad sin la prensa encima.

Incluso se que su vestido no salió a comprarlo. Un diseñador lo está haciendo, bueno, retocando sus últimos detalles.

Cuando se enteren sus padres la situación se pondrá interesante.

Hace una semana que recibimos una noticia que a mí me aceleró todo dentro del pecho, una noticia que a ella la tiene tan emocionada que comenzó a arreglar una habitación.

Aunque hay demasiados contras. Vomita, todo le marea, se desmaya a cada nada, se cansa demasiado rápido, me hace salir a las tres de la mañana a conseguirle el puto pollo frito. Me cuestionó el haberle dicho que si. Lo peor son los cambios de humor de la nada.

Me estresa que cualquier cosa la hago vomitar, pero según Reece: es lo más normal del mundo.

Normal debería ser que pueda mantener comida en su estómago por más de cuatro horas.

Me distraigo cuando escucho el sonido de la arcada. Maldita sea. Avanzó al baño, dónde esta y así es como la veo inclinarse a sacar toda la comida, le apartó el cabello para que no se lo manche. No sé si arrepentirme o no por esa noche.

—Christopher...

Levanto la cabeza, viendo a Rachel acceder al despacho se acomoda la frazada en sus hombros, caminando algo vacilante a mi. Me apartó, al igual que apartó los papeles que revisaba, la dejo sentarse en mi regazo. Frunzo el ceño, revisando su rostro.

—¿Que tienes?

Vuelve a vacilar, acomodándose.

—Es que... No sé, es algo serio, pero estás ocupado... No, sabes que... Mejor me voy, hablamos más...

—Ya estás aquí, ¿Que paso?

—¿Estás muy ocupado?

Un poco.

—No. ¿Que quieres?, ¿Te...?

—Nos vamos a casar en siete meses —asiento—. Pero... Es que no hemos hablando nunca de esto, y yo quiero saber que piensas, porque quiero...

—Termina de hablar, Rachel.

Respira hondo.

—¿Alguna vez has pensado en ser padre? —la pregunta me tensa, poniéndome recto en la silla—... No te lo tienes que poner a pensar si no quieres... Pero... Es que, cómo te dije alguna vez, yo si quiero ser madre... Sé que el Hacoc me quito muchas posibilidades, que podría salirme muy mal... Pero yo si quiero intentarlo, está bien si dices que no quieres, no es tu obligación aceptar solo porque yo quiero, pero creo que deberíamos hablarlo si...

Si Rachel no hubiera ido con Stefan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora