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Rachel.

Me levanto lo más sigilosa que puedo de la cama. Tengo hambre y son las tres y veinte de la madrugada. Christopher está cansado, así que no se despierta.

Pero le doy menos de media hora para que se de cuenta que no estoy.

Me voy con lentitud a la cocina, el vientre de casi nueve meses no me ayuda mucho, sinceramente...

Abro la nevera en busca de algo... Grasoso.

Veo la bolsa papas fritas congeladas, las saco y veo si hay pollo. Pero me lo acabe, así que no, no hay.

Pero hay crudo. ¿Que tan difícil puede ser freír una pieza de pollo?

Pongo aceite a calentar y reviso que esté cerrada la puerta de la habitación.

Veo un vídeo para hacer pollo frito y que quede crocante. Sigo las instrucciones... Haciendo un desastre... Pero las sigo al pie de la letra, y cuando tengo la pieza de pollo lista, la pongo en el aceite ya caliente.

Cuando pasan minutos, la saco y coloco sobre una toalla de papel absorbente antes de echar las papas. Estás están más rápido.

Tengo todo listo, no me puedo estirar para sacar un plato plano, pero si alcanzo a sacar uno hondo.

Saco ketchup y le pongo a las papas antes de comenzar a ingerirlas con avidez.

Mi pieza de pollo quedó deliciosa y muy crocante. Pero quiero comer más.

Abro la nevera... Me quedo largos minutos parada frente a la misma, hasta que saco el helado, un bote de mantequilla de maní... Nutella...

Dejo todo en la barra y voy por el pan tostado.

Comienzo a comer como si fuera el fin del mundo. Le pongo mantequilla y chocolate a el pan...

—¿Que estás haciendo? —brinco, mirando hacia donde se dibuja la silueta de mi marido.

—Este... Vine por un vaso de agua —intento apartar las cosas con disimulo.

¿Cómo piensas ocultar todo eso?

—Ajá —sacude la cabeza—, deja eso y vente a dormir. No puedes andarte moviendo como si...

—Estoy bien —me quejó—. Pero me dió hambre... Y no quería molestar.

Suspira.

—Regresa a la cama, yo te lo llevo.

—Amor... Ya estoy aquí y estoy muy feliz comiendo...

—Regresa a la cama, Rachel, no puedes andar por todos lados como si ese par no fuera a nacer en una semana.

Hago un puchero, lo que lo hace respirar hondo antes de tomarme y sentarme en un taburete, se queda conmigo mientras como alegremente el pan tostado. Hace una cara de desaprobación al verme combinar tantas cosas extrañas al mismo tiempo, pero no me molesta.

Coloca las manos en mi vientre y siento de inmediato la patada en el área. No... No es una patada.

Cierro los ojos un momento hasta que el dolorcito pasa, sigo comiendo, Reece me hablo sobre las contrataciones de Braxton Hicks y estoy a una semana de dar a luz, con una semana para dar a luz, seguro es normal, ¿No?

Baja hasta depositar besos en mi redondes y me río, por qué si me provoca cosquillas... Risas reemplazadas por un quejido de dolor.

El se queda quieto un momento antes de mirarme fijamente.

—¿Dónde te duele? —sacudo la cabeza.

—No fue nada, tranquilo... Ya terminé, ahora sí podemos volver a la cama.

Si Rachel no hubiera ido con Stefan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora