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Christopher.

Rachel desprende alegría por los poros, ignorando el mal rato que la hizo pasar su hermana y su madre con reclamos sin sentido.

Subimos a la camioneta de la guardia que nos va a llevar al hotel que está a un lado del aeropuerto.

La siento en mi regazo y suben la pantalla que divide los asientos.

Beso su hombro, bajando el tirante que me confirma que si caen los mismos, sus senos quedan expuesto para mi.

Ella no protesta cuando meto uno a mi boca y chupo hasta que llegamos al hotel. Sube el tirante, dándome un beso en los labios antes bajar.

Subimos a la habitación ya lista para nosotros y la diversión comienza.

Al encerrarnos en la habitación, ella desaparece en el baño y me dan ganas de zarandearla, porque la polla ya me aprieta los pantalones y la erección se vuelve dolorosa. Me quito la ropa y cuando estoy por ir a buscarla, ella viene con un conjunto con corset color blanco.

Se me tensa todo y la veo poner algo en el móvil antes de que comience a moverse.

Solo me ha bailado una vez siendo nosotros. Y no puedo decir que no sea una maravilla por admirar. La manera en la que mueve las caderas... El movimiento sensual de sus extremidades. La expresión relajada y de satisfacción...

Finalmente, viene a mi, hundiendo las rodillas en el colchón, me besa y después baja, hasta estar de rodillas frente a mi.

—Tengo un súper antojo de mi marido, ¿Sabes? —el termino me hace cosas extrañas en el pecho.

—Saciate, nena.

Toma mi erección entre sus manos y deja caer saliva antes de comenzar a masturbarme.

Sonríe antes de meterse mi miembro a su boca. Jadeo ante la sensación de tener su boca caliente al rededor de mi polla. Sujeto su cabello en una cola alta y guío los movimientos, sube y baja a lo largo de mi erección, juega con mis testículos y sigue durante un buen rato, hasta que me tenso y descargo en su boca.

Traga todo y chupa por última vez la punta de polla antes de levantarse.

La llevo contra la cama, besando sus labios, sus tetas que quedan libres después de que rompiera el corset, bajo a sus labios...

....

Siento besos a lo largo de mi mandíbula y después como bajan a mi pecho.

—Mi amor... Es hora de irnos —lo único que quiero es quedarme aquí encerrado con ella.

—Podemos irnos a la hora que sea —mascullo, intentando aprisionarla entre mis brazos, pero logra escabullirse—, ven aquí...

—No, no. Vamos a ducharnos y nos vamos. Quiero ver en dónde pasaremos nuestra luna de miel.

Me pongo de pie, ella se distrae, no puedo decir que no me guste ver cómo sus mejillas comienzan a sonrojarse de inmediato. Y apuesto lo que sea a qué ya está mojada.

Pero ella es la que se quiere ir. Así que la paso de largo hasta la ducha.

Lavo mis dientes antes de moverme a las regaderas, el agua cálida sale de inmediato y comienzo a ducharme, ella entra detrás de mí y hace lo mismo que yo: pasa a lavar su boca y después entra conmigo.

Sus manos me rodean desde atrás y coge mi polla con las mismas antes de comenzar con lo movimientos ascendentes y descendentes. Observo el movimiento antes de darle la vuelta y ponerla contra la pared. La elevó hasta que enreda las piernas en mi cintura. Guío mi erección a su entrada y comienzo a embestir contra ella, su espalda golpea la pared, pero no le importa, gime contra mi boca, mientras sigue besándome.

Si Rachel no hubiera ido con Stefan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora