Extra VI: cita con papá | pt 4

2.4K 188 43
                                    

Christopher.

—¿Entonces estarán aquí en la casa? —le doy un beso en la frente, asintiendo.

—Unas horas, la llevaré a otro lado después.

Se aferra más a mi, parece que busca esconderse en mi cuello.

—Pareces gato —bufo.

—Es que tengo frío —murmura.

La rodeo con los brazos mejor, suspirando.

—Nena, me tengo que levantar...

Repite el movimiento anterior.

—Quédate 5 minutos más —deja un beso en mi cuello—. Te extraño mucho —le aparto el cabello del hombro—. Me siento avergonzada por estar celosa de mis hijos, pero... están acaparando a mi marido. Y aunque me hace feliz verlos tan felices juntos, ocupo ver a mi marido más horas al día —bajo la mano para recorrer su espalda desnuda con la yema de los dedos.

Comprendo el como se siente, por qué como la mierda que la extraño también, solo la veo dos o tres horas al día y en la noche, cuando llegó de la central, ella ya está dormida.

Pero no puedo dejar a ninguno se mis hijos fuera, hacerlos sentir excluidos sería lo peor que puedo hacer y, así como jure protegerlos, jure ser el mejor padre que puedan tener, jure no repetir los pasos de Alex y quiero creer que lo estoy haciendo bien.

Si dejo a una sin su cita, puede provocar alguna disputa entre ellos más adelante. Bien, puede que Rochelle no se vaya a acordar en unos años, pero no me voy a quedar con la espina de que a todos los lleve a hacer algo que les gusta, menos a ella.

—Mañana tenemos la nuestra —levanta la cabeza—. ¿Creíste que me había olvidado de ti, nena? —le doy un beso—. Eres igual de importante que esos mocosos.

La sonrisa que se le forma me acelera el pecho.

—¿Ves como si eres el mejor hombre de todo el mundo? —llena de besos mi rostro.

—Hasta apenas hace tres días era un idiota.

—Que lo seas no te quita que también seas el mejor hombre del mundo —otra tanda de besos—. Eres el mejor padre del mundo y el mejor marido también.

Enarco una ceja, fingiendo que no me eleva el ego que diga eso.

—No tienes que decirme lo que ya sé —le doy la vuelta en la cama, quedando encima de ella—. Está demás decir que también eres la mejor madre que esos niños pudieron haber pedido —la beso, ella sonríe, enredando los brazos en mi cuello—, y sin duda eres la esposa más jodidamente perfecta.

—Lo tenías que decir así —se burla—. ¿Te he dicho que te amo muchísimo?, y ya no da miedo que lo haga más que a mí misma —suspira—. Y me encanta que en vez de que nuestro amor se vaya acabando, se terminó multiplicando, entre nuestros hijos... entre...

—No te pongas cursi —rozo mi nariz con la suya—, puedes tener toda la jodida razón del mundo, pero no significa que deje de empalagar.

—Odio como matas el romanticismo —se queja—. Lo peor es que después de una década no se te quita.

—Ni lo hará en las siguientes.

—¿Vas a volver a gritar? —lo hace, claro—. Rochelle, si no dejas de gritar te voy a colgar del candelabro. Por los pies.

—No.

Y vuelve a gritar. La vuelvo a atraer a mí, pero se vuelve a escabullir a la esquina de la cama.

Si Rachel no hubiera ido con Stefan.Where stories live. Discover now