LA BESTIA EROTICA

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Dereck

Bebo de la botella de Whisky mirado el inframundo y sus gustos nocturnos, cada puta orgía que se lleva acabo en la calle, este impero lo quise así, es... divertido.

Desde que la vi bailando de esa manera algo en mi se atravesó, no quería creer que podía ser ella, se ve más madura y hermosa.

Su belleza esa más sorprendente que antes y solo por eso me mortifique hasta tal punto de querer que subiera hasta a mi.

Con mi poder eleve sus deseos de seguirme y vino hacia a mí. Solo quería tener cerca su recuerdo y después matarla por tener tal parecido abismal con ella.

Nadie la puede remplazar, y pensaba que el perro sarnoso de Danton la había traído a mi para joderme la cabeza, pero no... el no tiene que tener idea de que ella estaba aquí.

Me pregunto si ella sabrá porque la alejaron, me pregunto si ella sabrá que ese día a sus dieciocho años esa guerra la libre por ella.

Mierda, ahora no solo es hermosa sino que es malditamente sexy...

Los muertos no reviven y yo como un puto idiota me negaba ir a las almas en pena o al mundo de vida eterna celestial en el reino de la Diosa luna y ver si la podía encontrar. No estaba en ningún lado, estaba viva. Maldición, me mintieron a la cara y yo como un maldito idiota les creí.

—Señor, acordamos una reunión en veinte minutos, han pasado tres horas —no me giro, sigo observando mi inframundo —, ¿señor? ¿Le pasa algo?

En menos de nada tengo a Alestey  a mis espaldas, mi mano derecho, mi consejero.

—Lárgate —le suelto bebiendo un largo trago de esta mierda que no me hace efecto.

Tendría que beber como cinco para que me mueva el piso por lo menos.

—Pareciera que hubiera visto un fantasma, vamos, no te lo digo como consejero te lo digo como amigo, no deberías recordarla más.

Me giro a verlo y lo agarro del cuello para estamparlo contra el vidrio de la puerta corrediza que da al balcón.

—Los muertos no resucitan si no es por mi mano —le digo sonriendo —, ella está viva, siempre estuvo viva.

—¿Annie? —lo estrello no tan fuerte contra el vidrio.

—¿Que dije sobre decir su nombre? —lo veo rodar los ojos.

—Su reina —lo suelto y sacudo sus hombros.

—Sí, no murió ese día, me la escondieron muy bien, ¿Ves eso? —le señaló todo mi imperio —, todo eso se hizo porque así lo quise yo, lo hice porque mate los sentimientos hacia cualquiera que pudiera acercarse a mi.

—Eso que significa —me dice acomodando sus lentes.

—Que la traeré a donde pertenece, su reino... —le doy otro trago al Whishy sonriendo —, tengo un maldito plan, Alestey, ella será mía, cuerpo, alma y corazón.

—¿Ella no tendrá mate ya? —le doy una sonrisa que lo deja confundido —, no me amenazaste de muerte, ¿acaso murió o lo piensas matar?

—Si quisiera matarlo lo haría, sería una pequeña piedra en mi camino porque nadie se interpondrá en lo que deseo, pero para matarlo... me tendría que matar a mi mismo —Alestey enmudece y yo le sonrió triunfante.

Ochenta y dos putos años, ochenta y dos putos años y no me pude arrancar los sentimientos que tenía por ti Annie, me enamoré como un idiota que era capaz de hacer todo por ti.

No solo era belleza... era también dulzura, timidez y corazón... mi hermosa y perfecta reina, mi lobita de ojos azules.

MI PERVERSO REY DEMONIO [#3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora