diez

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Lo primero que escucha Jeongguk cuando se despierta es un rasguño en la madera.

Muy posiblemente en la pata de la cama.

Se levanta de un brinco.

—¿Hola? —llama a lo que parece ser nadie en la habitación, la ansiedad manteniéndolo en alerta máxima. Vive solo, en la tranquilidad, no hay nadie aquí que haga más ruido que él.

Oye un resoplido suave y luego un maullido.

Oh. Quizás nadie más que él y el gato que trajo a casa anoche.

—Así que eso no fue un sueño... —se limpia los ojos, tratando de ahuyentar la sensibilidad que siempre lo atormenta cuando se despierta. Sus manos encuentran sus gafas en la mesita de noche, deslizando los gruesos cuadrados negros por su nariz hasta que puede distinguir correctamente la silueta oscura del gatito que busca su atención.

Le sonríe, bajando lentamente la mano con una palma hacia la que el gato se abalanza rápidamente. Lo agarra entre sus dos patas y golpea levemente sus dedos con su suave cabeza, rozando los dedos entre sus orejas peludas.

—Buenos días a ti también. —ofrece aturdido, rascándole la cabeza al gatito. El gato responde en su propia avalancha de ronroneos, y el corazón de Jeongguk nunca antes había estado tan ligero tan temprano en la mañana.

—Deberíamos traerte algo de comer. —asiente con la cabeza, permitiéndose quitar la mano del gato a pesar de lo adictivo que es acariciar su cálido pelaje. —Aunque, puede que tenga que buscar lo que puedas comer...

LONELY [kookmin]Where stories live. Discover now