diecinueve

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Después de su tercera semana juntos, Jeongguk descubre que Min odia específicamente dos cosas.

En primer lugar: las duchas. No las soporta y las pocas veces que el chico ha intentado lavarlo en el fregadero, ha terminado escondido debajo de la cama, aullando a un volumen ensordecedor hasta que Jeongguk cede y se sienta en salón. Pasarán unos minutos y Min saldrá, y Jeongguk, cada vez más débil, lo abrazará en señal de disculpa, rindiéndose por completo.

En segundo lugar: quedar encerrado en una jaula.

Intentar que Min entre en la transportadora que acaba de comprar es fácil. El gatito ni siquiera lo cuestiona cuando abre la pequeña puerta de metal y le pide que se meta dentro. Le hace caso con facilidad, como si confiara en Jeongguk por encima de todo.

Pero cuando Jeongguk cierra la cerradura, Min prácticamente golpea todo su cuerpo contra la puerta de la jaula, repetidamente, como si tratara de abrirla.

—¡Para! —Se apresura a dejar la pequeña jaula en el suelo, viendo a Min hacer un rápido trabajo con el pestillo. Casi consigue abrirlo antes de que Jeongguk se le adelante, abriéndolo él mismo y tirando del pequeño gato a sus brazos. —¡Te vas a hacer lastimar así! ¿Qué pasa?

Min no deja de retorcerse, empezando a maullar de dolor mientras Jeongguk intenta calmarlo. Nunca antes lo había visto tan asustado.

—Lo siento mucho, bebé. —susurra, sintiendo verdadero remordimiento al ver a Min así. —Lo siento, pero tenías que meterte para que pudiera llevarte al veterinario. ¿Qué voy a hacer si no puedo hacerte un chequeo adecuado? ¿Cómo vamos a vivir juntos entonces?

A Min no parece importarle, su calma ha dejado su cuerpo hace mucho tiempo, en su lugar está la avalancha incesante de chillidos.

Es solo en ese momento que Jeongguk recuerda que es un animal. La razón tiene poco control sobre él si se siente amenazado.

Así que lo deja en el suelo y extiende las palmas de las manos con suavidad, haciendo una demostración de que es inofensivo.

—Está bien. —dice, gentil y tímido. —Lo siento, ¿de acuerdo? ¿Me perdonas?

Min presiona su cuerpo completamente contra el suelo, su cola se mueve lentamente detrás de él mientras mantiene las orejas planas y sus ojos bien abiertos.

Pasan unos segundos en total silencio y anticipación, antes de que Min finalmente parezca hundirse y rodar hacia su lado.

Jeongguk se rasca el abdomen, las disculpas brotan de sus labios mientras ve al gato relajarse cada vez más.

Tiene al gatito en su regazo cuando llama a la consulta del veterinario, explicándole que simplemente no va a poder llegar.

LONELY [kookmin]Where stories live. Discover now