dieciocho

139 25 0
                                    

Fiel a su promesa, Jeongguk empieza a investigar el proceso de registrar a Min como su mascota legal. También descubre que, si bien el gato es muy reacio a la comida para gatos, comerá (o al menos intentará) cualquier alimento humano que esté cerca. Pasa horas extra de su noche buscando recetas caseras por el bien de Min, porque aunque el gato es un poco peculiar, Jeongguk sabe que valdrá la pena. Min es... especial. Todavía no puede describirlo con exactitud, y no se lo ha dicho a ninguno de sus amigos o familiares, pero sabe que esto era una especie de encuentro que estaba destinado a suceder.

Y si no, si fue solo casualidad, entonces Jeongguk está más que dispuesto a decir que tuvo suerte, por una vez.

—Hay todo un proceso en esto. —le dice al gato mientras revisa su portátil. Están sentados en el piso de la sala de estar, las piernas de Jeongguk cruzadas debajo de la mesa de café y Min cómodamente sentado en el espacio entre ellos. La televisión emite un viejo programa de repostería del que Jeongguk seguramente ha visto todos los episodios al menos dos veces, pero es un buen ruido de fondo y, en ocasiones, Min también parece perderse en la vista y el sonido.

—Hay algo sobre... ¿Papas fritas? Vaya, parece que no eras un gato callejero después de todo. —Jeongguk mira a Min, cuyas patas comienzan a levantarse sobre la mesa para poder sostener su pequeño cuerpo hacia arriba. Rodea delicadamente con una mano el vientre del gatito y se sorprende cuando se da cuenta de que cubre la mayor parte del cuerpo de Min.

—Eres tan pequeño. Me pregunto cuántos años tienes.

Min se da la vuelta al oír eso, con las orejas presionadas contra su cabeza. Jeongguk parpadea un par de veces sorprendido.

—Sabes, entiendes mucho. Sé que los animales son más emocionales que los humanos, pero te juro que hablar contigo nunca me hace sentir estúpido. Además, eres muy receptivo conmigo.

Min se da la vuelta nuevamente, volviendo a mirar la televisión.

—Tu inteligencia es otra cosa. —chasquea su lengua, todavía divertido. —Bueno, tendría sentido si tuvieras un dueño antes. Tal vez ellos te enseñaron a ser tan inteligente. Pero si tienes un microchip, tendría que devolverte a ellos, lo sabes, ¿no?

Aunque Min no le devuelve la mirada, sus orejas permanecen pegadas contra su cabeza.

Jeongguk se pregunta si eso es una señal de que la idea de irse es tan desagradable para el gato inteligente como para él.

LONELY [kookmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora