Cinco de mayo. (II)

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Entra en escena una luz no visible para el desangrado muchacho que vive con el pulso débil, pero algo estable. Lo suficiente como para que ninguna enfermera se acerque a vigilarlo durante un ratillo.
Están dos mujeres, una de cabello ondulado, rubia, con unas ojeras marcadas por un cansancio impresionante. Es evidente que el peso que llevaba Maddison en sus hombros era increíble; una hija que corría en dirección contraria en vez de acercarse, un marido enfermo al que tenía que cuidar y ahora esto. ¿Por qué tiene que pasar por esto?¿Qué hizo de mal?¿Tiene que tolerar incluso la muerte de su hijo? O quizás es culpa suya, quizás es que hizo mal de madre. A pesar de trabajar turnos dobles, a pesar de mandarlo a desintoxicación todas las veces que ha podido, a pesar de que ha tenido que focalizarse en él con el poco tiempo que tenía, incluso olvidándose de cuidarse a si misma y a su otra hija, que cada vez más independencia tenía encima, y no en un buen sentido. Para ella la vida se hacía cuesta arriba, luchaba contracorriente todo lo que podía y sentía que nadie lo veía. Realmente tenía tal nivel de impotencia que florecía ira de su iris.
Mientras, Alicia que no quería estar allí, miraba con los ojos vacíos a su hermano. Se preguntaba por qué estaba allí. ¿Había hecho algo por ella? ¿Había estado allí cuando tenía crisis de ansiedad? No, él se estaba drogando, metiéndose una raya o algo. ¿Y qué tal de la vez en la que se peleó en el patio del instituto cuando se metieron con ella por tener manchado de sangre el pantalón? Ni rastro de su hermano. ¿Y la vez en la que se enteró de que su mejor amigo en realidad esparcía rumores de ella diciendo que se acostaba con todos? Nick nunca la defendió, ni le preguntó por qué estaba tan triste. Quizás porque estaba muy liado con sus asuntos, quizás por ciego, quizás por egoísta.
Aquí no hay santos.
De todos modos, no sólo estaba allí por cortesía, sino porque en cierto modo recuerda a Nicholas, el niño que la protegía en el colegio, con el que jugaba a construir fuertes con almohadas y sábanas, el que le hacía de profesor cuando necesitaba ayuda, el que le trató de alejar de su padre cuando empezaba a recitar.
Mientras, el recostado simplemente yace dormido, ausente del ambiente turbio que allí se manifiesta. Está soñando, soñando con que unos brazos fuertes le rodean. Los únicos que quiere ver. Los únicos que necesita sentir. O por lo menos según él.
Mientras su madre acerca su mano a la de su hijo, Alicia se va de la habitación casi corriendo. No quiere ver como una vez más su madre prefiere al malandro de Nick a ella, que se esfuerza por todo.
No quiere ser dramática, sólo quiere irse al cuerno. Está harta y con razón.
Por otro lado, cierto rubiecito está dormido en las sillas de la sala de espera. Él fue quien lo encontró al no atender las llamadas, pasarse por su casa y no haber nadie a excepción del padre, hasta finalmente acabar en su lugar favorito.
El auténtico susto que se metió al ver a su mejor amigo inconsciente, con sangre en su ropa, marcas de lágrimas en su rostro, y las rocas manchadas de lo que debería correr por sus venas. El pánico fue memorable. Lo agarró en brazos y se lo llevó hasta su Jeep, condució directo al hospital a toda pastilla, con los ojos rojos y mojados por el llanto que se apoderaba de él sin ningún tipo de permiso. Según el médico que posteriormente se hizo cargo de su amigo, llegó a tiempo, y por poco, para salvarle la vida. Recibió una transfusión rápidamente tras frenar el sangrado, regularon su pulso y le atendieron hasta que sus constantes estuvieron mejor. Mientras, Troy no se separó de la sala, dando vueltas por ahí y esperando a que los familiares de Nick fuesen a verlo. En cuanto llegaron las dos mujeres y vieron al joven tuvieron un momento de reflexión y respeto mutuo. Si bien a Maddison no le caía bien el muchacho ya que creía que era un rebelde sin causa, de familia problemática y violenta, pero tampoco estaba para juzgar a nadie. Alicia, quien sí lo conocía, agradecía de repente su existencia y aparición oportuna.
Ellas estuvieron unas horas y tuvieron que irse, una porque quería -ya suponemos quién - y la otra porque tenía que llevar a su hija a casa, quien suplicaba por estar en su habitación. Necesitaba sacar su dolor, y en un hospital no era opción.
Otto, por otro lado, se quedó toda la noche. Tampoco tenía motivo para irse; nadie le solicitaba en casa, Jack estaba estudiando para sus exámenes y sus progenitores simplemente... No les importaba. Digámoslo así.
Retomando el presente, las mujeres salen de su visita, no sin antes saludar al rubio ya despierto con evidente tristeza. Él, un poco adormecido se levanta y se dirige hacia la habitación de su amigo.
Cierra la puerta tras de si mismo, se mete las manos en los bolsillos de su pantalón vaquero oscuro. De repente el cuello abierto de su camisa verde opaco con manchas de sangre parece ahorcarle. Da un par de pasos hasta llegar a la cama donde el castaño reposa. Suspira y finalmente habla con amargura.

-Realmente quiero pensar que no fue planeado...

Coloca una mano, la derecha, sobre el piecero. No se atreve a mirarlo a los ojos por más que los tenga cerrados.

-...porque no quiero creer que mientras pasábamos tardes caminando, charlando o solo escuchando música estabas pensando que faltaban X días para tu muerte.

Se queda quieto, suspira con pesadez y procede a sentarse a la altura de los tobillos del otro.

-No quiero ser egoísta, sólo es...

Las palabras cuestan mucho de ser pronunciadas.

-¿Y si te hubiese encontrado tu hermana? Tiene a penas dieciséis...

Dice con un poco más de fuerza.

-¿Y qué hay de tus amigos?¿Ni Gloria ni yo podemos ayudarte...?

Cada vez hay más dolor en su voz.

-¿Me dejaste entrar a tu mundo o creíste que nadie podría entenderte? Porque yo sí te entiendo...

Le tiembla todo. Se está acercando un poco más, ahora está a la altura de su cadera.

-¡Sí tienes futuro, siempre hay algo por lo que pelear!

Ese grito le sale del corazón. Sabe qué es partirse el alma haciendo este tipo de cosas. A los trece cometió el mismo error, pero no hubo nadie a su lado, siguió solo. Por eso le importa tanto el castaño, se identifica con él y en cierto modo, es u único amigo.
Pone su brazo derecho en este mismo lado de la cama desde su perspectiva, a la vez que toma con su mano izquierda la de diestra Nick.

-Siempre queda algo...

Acerca su rostro al ajeno, dejando sus narices juntas. Le duele.

𝙾𝙽𝙴𝚂𝙷𝙾𝚃𝚂 | 𝙽𝚒𝚌𝚔 𝙲𝚕𝚊𝚛𝚔 𝚡 𝚃𝚛𝚘𝚢 𝙾𝚝𝚝𝚘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora