Capítulo 8

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Lan Sizhui se inclinó frente a Jin Ling como disculpa, para retirarse para tomar una ducha y cambiar sus túnicas, en lo que meditaban en su habitación. Algo que al joven solo les dijo sobre que avisarían, cuando la cena estuviera lista.

¿Meditaran como castigo? Si que son raros -murmuró, alejándose de ellos.

Lan Hui, y Lan HaoRan no pareció importarles mucho la decisión que tomaron por lo que sin abandonar sus respectos se dirigieron a sus habitaciones. Apenas habían logrado que fueron regañados. Lan Sizhui suspiró, mientras abría la puerta, pero fue empujado por Jingyi.

Gege ¿Lo sentiste? —preguntó el menor, al momento de cerrar la puerta. Lan Sizhui se estremeció por el repentino tono tembloroso de su voz, que no era común en él. Lo tomó de los hombros, girándolo hacia él. Eran contadas las veces en las que podía escuchar la palabra hermano mayor de su parte. Y ahora, en este lugar donde apenas podía entender la situación, donde aun no se adaptaban, tratando de pasar desapercibido ante los ojos de los otros discípulos...

—A-yi.

—Dime, dime que lo sentiste... por favor...

Al no obtener una respuesta a lo dicho, Jingyi levantó la mirada, dándole oportunidad a Sizhui de notar como sus marrones ojos se cristalizaban. La amargura golpeó su paladar, mientras el menor seguía hablando—: Había algo en el bosque, estoy seguro ¡En este maldito lugar hubo una reacción! ¡No lo entiendo gege!

—A-yi, espera ¿De qué hablas?

—La espada de... a-niang —balbuceó Jingyi, mordiendo su labio inferior.

Era un tema que siempre buscaban no mencionar entre ellos, incluso cuando trataron de hablar con Hanguan-jun sobre la persona que los trajo al mundo, de quienes apenas los recuerdos pueden estar presentes, pero que su corazón guarda con recelo la sensación de quien los amó. Donde solo una cinta roja y desgastada por el tiempo, junto a una espada que fue olvidada entre las cenizas del caos, eran lo poco que podrían atesorar.

—A-yi... yo- no lo sentí, quizás sea por la energía resentida del bosque —negó de inmediato, mirando a sus alrededores, más dejó escapar un suspiro cuando notó el talismán que había puesto Jingyi.

Tampoco era algo que podía asegurarle a su hermano, no había manera de que tuvieran la esperanza a una respuesta que con los años no había llegado para ellos. El estar en ese lugar... también era quizás revivir lo que tanto odiaban. Y no, no había manera que ese vacío que tratan de ocultar sea cubierto por quizás algo que, al final, resulte ser falso.

—¡Bien! Puede que tengas razón, pero la sensación fue diferente. No es como cuando estamos luchando... ¡Fue como si reconociera algo! Sabes que eso no había ocurrido antes.

—¡Jingyi! Guarda silencio, no podemos decir eso aquí, lo sabes... incluso si hubo una reacción no podemos apresurarnos.

—El tío Lan lo dijo, que, si teníamos dudas, que buscáramos la repuesta sin ser descubiertos, y yo quiero hacerlo.

Lan Sizhui suspiró abrazando a su hermano menor, dejó caer suaves palmadas sobre su espalda, como lo podía recordar, era muy poco, pero la sensación allí estaba, ese amor que siempre les tuvo, los largos abrazos que disfrutaron los dos. Lo añoraban como nunca. El alejarse de Gusu Lan no era una opción que tendrían permitida, era la primera vez fuera de ese lugar por tanto tiempo. Conocían los alrededores y eso solo sería por los escapes a los que se había acostumbrado Jingyi hacer desde que los castigos por visitar al tío Lan se volvieron recurrentes.

Lo demás era desconocido para ellos.

—Podemos... esperar a que anochezca, no hoy, debemos esperar —continuó, observando el rostro fruncido de Jingyi. Sonrió golpeando con su dedo índice sobre la cinta de su frente—. Debemos tener cuidado, a-yi, no conocemos este lugar, pero podemos ser como a-niang.

La oscuridad que los protege; XuanXianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora