6

4 1 0
                                    

Ada

Nunca en mi vida había sentido tanto frío en toda mi vida.

En serio, nunca.

La celda, o calabozo o cualquier sinónimo que se le pudiera dar a un lugar chico, oscuro, helado y con rejas era... hartante.

Quería llorar, llorar en serio porque me quitaron las botas antes de irse y dejarnos solas. Era una de las pocas cosas que me quedaban de mi familia, esas botas lo eran todo para mí, conjunto a mis navajas. Y me arrebataron las dos cosas.

Sentía como si ya hubiésemos estado aquí adentro hace horas, siglos o años, el lugar era chico de cinco por cinco como máximo. Era frio, más bien helado y suponía que era así porque estaba rodeado por el agua negra ya que del techo había goteras que caían sobre nuestras cabezas. Y esta agua no era precisamente clara, era oscura, oscura como los ojos de América que estaba a mi derecha sentada, oscura como toda esta situación por la que estábamos viviendo.

¿Viviendo gracias a quién? Seguramente Manya que parecía muy contenta de que estuviéramos aquí metidas las dos. No sabía que, hacia ella aquí metida, ayer estaba en La C averna y hoy aquí... era ilógico que este aquí por su propia cuenta, pero tampoco me sorprendía demasiado que la pelirroja se preste a cualquier cosa que incluya salir de la sección oscura.

Habían pasado demasiadas cosas en pocas horas y el hecho de que me encuentra una conocida en este martirio no me consolaba ni siquiera un poco.

Estaba sentada contra una pared húmeda apoyando la mano sobre mi hombro para que deje de sangrar de una vez, trataba de no soltar ni un jadeo de dolor al pensar en eso ya que, aunque me estaba muriendo de dolor, ninguna de las dos podía hacer algo.

Mis pies, manos y piernas temblaban, mi cuerpo no daba más. Me dolía todo lo que podía llegar a dolerme ya que antes no había ni siquiera pensado en que había peleado con una serpiente, peleado con unos tipos que querían matarnos y lidiar con la familia real para poder escapar. Obviamente mi cuerpo no iba a poder ni moverse cuando tenía la oportunidad de frenarme un momento.

¿le habrá pasado lo mismo a América?

¿la habrían secuestrado?

¿la abrían obligado a pelear?

Me tenía loca esta situación: el no saber.

-tenía dos hermanos menores. – gire la cabeza hacia América que apoyaba la cabeza contra una de las rejas gruesas de metal. – éramos los tres huérfanos porque nuestros padres nos abandonaron entonces estábamos en las calles cuando me raptaron a mí y mataron a mis hermanos.

- ¿y porque me dices eso? – pregunte, sintiendo el dolor que ella sentía por sus hermanos muertos.

-porque estamos en la misma y nose ni tu nombre. – me dijo suspirando. – no me importa si quieres ser mi amiga, pero si vamos a estar aquí metidas las dos por lo menos tenemos que tener algo de qué hablar porque me estoy aburriendo. – América seguía con la venda en la cabeza, pero cuando me revolví en el lugar ella se la saco para arriba, haciendo que su corto pelo se tire para atrás.

-tengo tres hermanas. – le dije obviando que tenía también una muerta. – mi padre hace muebles, todos de madera y también tiene una obsesión con crear navajas, y mi madre se dedica a pintar cuadros. Cuando puede.

- ¿todas tienen el mismo carácter? – pregunto, sonreí cansada.

- ¿y los de tu familia tienen la misma inteligencia? – ella se encogió de hombros.

-la misma. – me sentí mal por hacerle recordar la muerte de un hermano, sabía lo que se sentía tenerla tan cerca de nosotras, rosándonos y hacernos saber que no puede llevar cuando ella quiera. Aunque la muerte no te la esperas siempre está presente, hasta en los momentos en los que te sientes más viva.

Guerra De Corazones (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora