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Ada

En cuanto me desperté, me percaté que Erwen no estaba a mi lado. Por algún motivo que no comprendía demasiado, eso me asusto más de lo debido. Me senté para tallarme la cabeza un poco, había dormido muchísimo y tan profundo que no me acordaba casi ni que día era.

Pero si me acordaba de ayer por la noche.

Mire a mi derecha hacia la mesita de luz, rebuscando con mi mirada mis cosas, y por mis cosas hablaba de mis dos navajas. Gracias a los dioses estaban ahí en el mismo lugar donde las había dejado.

Me paré y me dispuse a cambiarme lento, aun tenia sueño, pero igualmente tomé mis pantalones del suelo junto a la ropa que había doblado el día anterior. Mientras me calzaba el pantalón y lo abotonaba sintiendo frio en mis brazos y torso desnudo solo vestida con un corpiño deportivo, aun trataba de agudizar la mirada. Mi cuerpo cansado añoraba volver a tirarme a la cama, pero simplemente no podía hacerlo.

Cuando levantaba la remera del piso escuche un ruido sordo. Me di vuelta lentamente, tratando de agudizar el oído para escuchar mejor. Tome una de mis navajas de la mesa de luz lo más silenciosamente posible y camine hacia el baño, cuando escuche otro sonido, como si de algo se hubiese caído al piso, me apresure a acercarme portando el cuchillo hacia arriba.

Cuando la puerta se abrió la navaja estaba a cinco centímetros de piel, piel clara pero no blanca. Piel con un lunar justo en el medio del pecho desnudo del pecho desnudo de Erwen.

-pensé que bromeabas cuando jugabas a matarme. –me dijo mirando la navaja, creo que hasta rajuñe un poco su pecho.

-bueno deberías considerar no andar escondiéndote mientras estamos en una misión homicida. – dije bajando el arma mientras mi pecho subía y bajaba, no me había asustado, esa no era la palabra, pero si me alarmé.

Me sentía tan avergonzada solo por el hecho de encontrármelo que me puse colorada sin pensarlo, no debería de estar avergonzada o apenada, pero lo estaba, cuando miraba sus facciones solo podía pensar en el beso que nos dimos ayer en medio de la cama que tenía a mis espaldas.

-no estaba escondiéndome por si no lo ves. – me dijo mientras pasaba por mi lado. Lo primero que note fue su tono de voz, era diferente al de ayer. Como si estuviera molesto, cosa que podía llegar a entender.

Cuando se pasó la mano por el pelo húmedo me percaté de que él estaba con solamente una toalla en la cintura y empapado. Básicamente se había salido de bañar.

Me aclare la garganta metiéndome la navaja en la cintura, mirando hacia otro lado y fingiendo estar yendo a buscar el vestido que use ayer.

Me di vuelta esperando que él se vaya al baño otra vez para cambiarse. Ya que era lo lógico cunado compartías habitación con cualquiera.

- ¿no vamos a hablar de anoche? – pregunto en silencio, aun no se había ido al baño, sino que simplemente agarro la ropa y a dejo sobre la cama, ahora me miraba.

-no hay nada de qué hablar. – le dije, mintiendo claramente. El silencio se extendió sobre el lugar, note que él estaba tomando su mochila mientras yo había dicho esas palabras crudas y mentirosas.

-evítalo si quieres. Pero en algún momento tendremos que hacerlo. – dijo encogiéndose de hombros, ahora lo miraba de reojo mientras jugaba con mis navajas.

-si es lo que quieres, te escucho. – le dije notando que casi me flaquea la voz. Quise matarme por ni siquiera mirarlo, era un acto de cobardía que odiaba que salga a la luz.

Cuando noto que yo estaba tan rígida como un palo sabiendo que no me movía se acercó a mí con las manos en su cintura, tan cerca de mí que por un segundo contuve la respiración. Los pájaros estaban lindos para ver realmente.

Guerra De Corazones (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora