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Capítulo uno.

Las reglas de un Lestrange

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—Conoces las reglas… —fue lo que escuchó por décima quinta vez Roselind, al segundo de aparecerse junto a su padre y sus dos hermanos, en la ancha plataforma del tren

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—Conoces las reglas… —fue lo que escuchó por décima quinta vez Roselind, al segundo de aparecerse junto a su padre y sus dos hermanos, en la ancha plataforma del tren.

Inmediatamente, y sin que su padre pudiera reaccionar de manera rápida, corrió hasta quedar en medio de distintas familias de magos y brujas. Todo era tan... mágico. No podía evitar mirar todo con emoción.

Al menos, hasta la rápida llegada de su padre a su lado.

— ¡Roselind! —bramó furioso—. ¿Qué te dije acerca de correr? Ese no es comportamiento de una señorita. Mucho menos el de una Lestrange.

Roselind resistió el impulso de poner los ojos en blanco, ya que había escuchado eso tantas veces. En cambio, miró los fríos ojos de su padre.

Rodolphus II era un hombre muy alto, algo que llamaba la atención con su pose erguida y su vestimenta completamente negra. Tenía el cabello azabache rizado hasta el cuello y unos ojos azules iguales a los suyos, sólo que sin su expresividad y calidez. Ahora mismo, le estaba dando una mirada tan asesina que parecía que Roselind había hecho algo horrible, algo como haber abrazado a un muggle. Porque esa era definición de horrible para su padre.

—Lo siento padre, no volverá a suceder —mintió, sin perder el contacto visual.

Cada vez se le hacía más fácil mentirle, aunque eso no significaba que fuera fácil mantenerle la mirada. Hasta hace poco su mirada solía petrificarla como si se tratara de un basilisco. Pero su padre no era un basilisco.

Era peor que eso.

—Quiero que te comportes como corresponde, hazle honor al apellido Lestrange —dispuso autoritario y frío. Desde que tenía consciencia, siempre había sido así con ella—. Nada de ser sarcástica con los alumnos de Slytherin. Solo haz amistades con alumnos sangre pura; mestizos solo si tienen buenas conexiones. No te asocies con los sangre sucia. Y lo más importante —recalcó, dando un paso amenazadoramente. No retrocedió, pero estuvo tentada a hacerlo—, sé una honorable Slytherin. Pensándolo bien… no debo preocuparme por eso, ¿no, Roselind? Todos en la familia han sido Slytherin. Ningún hijo mío podría ser una desgracia tan grande.

Se lo quedó mirando fijamente. ¿Qué se respondía a eso?

—Padre, Roselind es una nacida en Slytherin —intervino seriamente su hermano, Rodolphus III, haciendo como si se limpiara una pelusa de su túnica—. ¿A dónde más iría?

Tenía otras tres opciones, y se disponía a nombrarlas, antes de ser salvada por su otro hermano.

—Tal vez sea una Hufflepuff —susurró Rabastan, lo suficientemente alto, para que sólo escuchara su familia. Aunque, negó con la cabeza después de inspeccionarla pensativo.

₁ 𝐋𝐚𝐬 𝐞𝐬𝐩𝐢𝐧𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐮𝐧𝐚 𝐫𝐨𝐬𝐚 ━ 𝐌𝐞𝐫𝐨𝐝𝐞𝐚𝐝𝐨𝐫𝐞𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora