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Capítulo cinco.

Hogsmade y los primeros retazos de un mapa❞

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El rasgar de las plumas contra el pergamino, el danzar del fuego en la chimenea y el leve murmullo de los pocos estudiantes que se atrevían a romper tenuemente el silencio que reinaba, eran lo único que llegaba a escucharse entre las cuatro parede...

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El rasgar de las plumas contra el pergamino, el danzar del fuego en la chimenea y el leve murmullo de los pocos estudiantes que se atrevían a romper tenuemente el silencio que reinaba, eran lo único que llegaba a escucharse entre las cuatro paredes de piedra que formaban la Sala Común de Gryffindor.

En los sofás, grupos de sexto se reunían para charlar en susurros y calentarse con el fuego de la chimenea; sobre los cojines esparcidos por el suelo, algunos alumnos de primer año, terminaban de repasar sus apuntes de Encantamientos y en las mesas de estudio, alumnos de tercero se entretenían terminando los deberes que o bien habían dejado para la última hora o bien no habían alcanzado a terminar.

Entre los que no habían alcanzado a terminar se encontraba ni más ni menos que Remus Lupin, quién hacia todo lo posible por concluir sus deberes de Aritmancia. A su lado, perteneciente al grupo de los que habían dejado todo para última hora, James Potter trataba desesperadamente de comprender de qué rayos iba la redacción que en Estudios Muggles le habían pedido. Por último, en el grupo de los que ya ha habían terminado todas sus tareas, Roselind Lestrange leía perezosamente algunas cartas que había recibido esa mañana. No solía estar en ese tercer grupo nunca.

— ¿Para qué querrían los muggles máquinas voladoras tan complejas como los nioves? Podrían ir en escoba o en hipogrifo, incluso en Thestrals. Es mucho más divertido y menos complicado.

Naviones —lo corrigió distraídamente Roselind, sin levantar la vista de la carta que le había mandado Ted Tonks (un alumno ya graduado, que la había adoptado como hermana menor en su primer año de Hogwarts). Por un corto tiempo, había tenido un pequeño crush en él; así como en los gemelos Prewett, quienes también le habían mandado una carta para su deleite (bueno, tal vez aún no había superado su crush en los gemelos Prewett)—. Se llaman naviones, James. Yo creo que es un invento genial, hay que tener mucha imaginación para crear algo tan magnífico. Imagina lo que se sentiría volar en uno —dejó de lado la carta, junto a las otras dos. Su atención se había desviado a los "naviones"—. ¿Será tan divertido como volar en una escoba? Oh Morgana, ahora quiero saber lo que se siente volar en un navión. Incluso en un helicocoro.

—De hecho, se llaman aviones —murmuró Remus, dejando por un momento su tarea para sonreírle de manera algo cohibida a Roselind—. Tal vez, algún día podamos viajar en uno, o en un helicóptero.

—Eso me encantaría —le correspondió Roselind, con mucho más entusiasmo, a pesar de que ahora debía corregir su investigación para Estudios Muggles.

₁ 𝐋𝐚𝐬 𝐞𝐬𝐩𝐢𝐧𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐮𝐧𝐚 𝐫𝐨𝐬𝐚 ━ 𝐌𝐞𝐫𝐨𝐝𝐞𝐚𝐝𝐨𝐫𝐞𝐬Where stories live. Discover now