𝐈𝐈

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Capítulo dos.

El secreto del Sombrero Seleccionador

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— ¡Lestrange, Roselind!

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— ¡Lestrange, Roselind!

Sus piernas, que nunca permanecían quietas por más de cinco minutos, se volvieron de plomo. Era como si hubieran olvidado lo que se suponía debían hacer.

«¡Reacciona Roselind!», pensó desesperada. Había esperado tanto para eso.

Puso una sonrisa en su rostro antes de respirar hondo, y avanzo con gracia hasta la silla como una Lestrange debía. De repente, y dolorosamente consciente, de que todos los ojos en la sala estaban ahora sobre ella.

A medida que el sombrero le caía sobre su largo cabello castaño cobrizo, una voz grave le susurró al oído:

Otra Lestrange… —dijo pensativo.

Roselind se preguntó si todo el mundo en la sala podía oírlo hablar. A juzgar por sus caras impasibles, era probable que no pidieran.

Tus hermanos son Slytherin, tu padre era un Slytherin, como lo fue su padre, y el padre de su padre...

Roselind estaba abriendo la boca para responder, pero antes de que pudiera decir algo en voz alta, su voz resonó en su cabeza.

Yo... yo no soy como los demás Lestrange. No creo ser una Slytherin.

—¿No? —bromeó el Sombrero Seleccionador—. Sin duda hay astucia y determinación aquí. Tienes el poder no sólo de cambiar por ti misma, sino también a los que te rodean. Con este tipo de poder para influir, te haría bien Slytherin, ya sabes...

Roselind frunció el ceño. Centró todos sus pensamientos tan fuertes como pudo en cuatro palabras:

No soy una Slytherin.

El sombrero se calló por un largo rato.

Puede que tengas razón. También veo valor aquí, una mente aguda, feroz lealtad, sí... y talento, talento de hecho...

El sombrero volvió a callar unos segundos esta vez. Roselind no estaba segura si decir algo o no. ¿Estaba pensando muy detenidamente o quizás podría haberse dormido? Consideró quitárselo y volver a colocárselo de nuevo, pero entonces el sombrero de repente volvió a hablar.

Voy a darte un pequeño secreto, Lestrange. Puedo leer mentes, sí, y la lectura de la mente es lo que hago muy bien, si me permito decirlo. Dicho esto, mis talentos van mucho más allá que la solo lectura de mentes, que, por desgracia, casi siempre son sencillas. Permíteme decirte, que aunque no tengo ojos, puedo ver... sí, ya veo, y aún más de lo que piensas. Te voy a ofrecer algo más que el nombre de tu casa, si por supuesto, decides aceptar algo más. El conocimiento es una cosa terrible y poderosa, pero algo me dice que no te vas a reducir a eso.

₁ 𝐋𝐚𝐬 𝐞𝐬𝐩𝐢𝐧𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐮𝐧𝐚 𝐫𝐨𝐬𝐚 ━ 𝐌𝐞𝐫𝐨𝐝𝐞𝐚𝐝𝐨𝐫𝐞𝐬Where stories live. Discover now