𝐕𝐈𝐈𝐈

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Capítulo ocho.
Parte uno.

Expecto Patronum

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Esa noche, la luz de la luna se filtraba por las ventanas sin cristales

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Esa noche, la luz de la luna se filtraba por las ventanas sin cristales. El viento era escaso, pero de vez en vez soplaba con fuerza calando los huesos.

La torre de Astronomía estaba a oscuras, vacía hasta hacía un par de minutos en que, enfundados con la siempre útil capa de invisibilidad de James, los cinco merodeadores se habían infiltrado para saciar sus deseos personales en busca de un solitario rincón, amplio y equipado, para poner en marcha su práctica de aquel día.

—Listo, llegamos —anuncio Roselind satisfecha. Al escuchar un quejido, volteo a ver a Peter—. Peter, ya puedes bajar eso libros —le aclaro entre risas. Peter suspiro de alivio y dejó con cuidado los libros en el suelo.

Camino a la torre, Filch el celador, se había cruzado en su camino y había escuchado por accidente un estornudo de Sirius, cosa que les costó una buena carrera para que Filch desapareciera de su trayecto. Invisibles o no, el horrendo celador era capaz de escucharlos y, por tanto, saberse acompañado.

—Tuvimos suerte, Peeves hizo ruido llamando la atención de Filch — repuso Remus también con una sonrisa.

Por increíble que pareciera, para ellos cinco resultaba mucho más interesante una carrera nocturna por el castillo que un paseo tranquilo a la luz de la luna.

—Bueno chicos, basta de carreras. Manos a la magia, por favor —pidió James con un nuevo ánimo en la voz.

A esa petición, Roselind y los demás sonrieron en complicidad, mientras Remus se sentaba en algún rincón de la torre rodeado de los libros que habían llevado consigo.

¡Lumus! —susurró con su varita en mano.

Sirius se acercó a él, también con la varita en mano.

—Bueno, ¿qué hay que hacer? —le preguntó.

Remus releyó algunas líneas, pasó la página, volvió a leer, susurró palabras sin sentido y finalmente cerró el libro, poniéndose de pie.

—Pues es sencillo, o al menos, eso parece. Presten atención, la utilidad del patronus, no es solo proteger al mago de un dementor, sino también poder comunicarse e incluso advertir alguna clase de peligro. El núcleo de la magia, no es la varita —comenzó a explicar.

Roselind estaba recargada en el alfeizar de la ventana, pero prestaba completa atención a Remus.

—Y si no importa la varita o la magia que surja de esta, ¿qué sí importa? —cuestionó el oji gris.

—La felicidad —respondió Remus, sonriente—. Para invocar un patronus debemos pensar en algo feliz. Un recuerdo de suma alegría, fuerte y sólido, ya que, de este depende el resultado.

₁ 𝐋𝐚𝐬 𝐞𝐬𝐩𝐢𝐧𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐮𝐧𝐚 𝐫𝐨𝐬𝐚 ━ 𝐌𝐞𝐫𝐨𝐝𝐞𝐚𝐝𝐨𝐫𝐞𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora