𝐈𝐗

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Capítulo nueve
Parte dos.

Sweetbeak

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— ¡Sirius, es genial! —exclamó Peter maravillado

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— ¡Sirius, es genial! —exclamó Peter maravillado.

Pronto, Roselind, Remus y James comenzaron a reír junto a Sirius que, era rodeado por su patronus, al parecer tan juguetón cómo él.

— ¿ Y bien? ¿Quién me explica porque soy un perro? — preguntó entre risas el mayor de los Black.

Remus tomó la palabra.

—Si serás tonto. Es obvio. Los perros son animales de casa, fieles y juguetones. Cómo tú que eres un flojo, travieso y leal a tus amigos. Se hacen escuchar, tú mi querido amigo, eres incapaz de estar callado, tienes por ley que hacerte notar. vierte seguridad, presencia y entusiasmo, como los perros, demuestras todos tus sentimientos aun cuando no deseas hacerlo. Eres el compañero más fiel y el amigo más noble.

—Además el perro es por excelencia el lobo domesticado, astuto e inteligente. Fiero, salvaje, pero elegante y exótico —prosiguió Roselind—. El símbolo del perro es la obediencia, que en ti es escasa pero se manifiesta de otras formas, la lealtad, la seguridad y la protección. Eres capaz de saltar al lago por mí, de ir a detención una y otra vez por James, de buscar un hombre lobo y exigir cuentas por la condición de Remus, de hechizar a todo el castillo o hasta McGonagall si alguien molesta a Peter.

—Los perros tienen una alta capacidad para entender y son intuitivos, muchas veces llamados presagiadores de la muerte, tú por ejemplo, ya sabías que alguien me gustaba —continuó James—, lo intuiste toda la semana aunque no supieras quién; sabías lo de Remus, notabas sus ausencias marcadas, sus rastros al mentir y eres capaz de saber muchas cosas más.

—Además eres bueno con el olfato —se mofó Peter sin poder evitarlo.

—Eres un perro Sirius, tú nombre lo dice, Sirius. La estrella Sirio es la más brillante de la constelación del Can mayor, todo estuvo ahí, sin que nos diéramos cuenta —le explicó Roselind emocionada.

Sirius dejó de acariciar su patronus ante lo dicho por Roselind. No quería darle motivos para que se burlara.

—Bueno, como todo yo, mi patronus también es genial y si esa es mi forma animaga, no hay duda, seré increíble. Vale, ¿qué esperas, Rosie? —le preguntó a ella.

—Que siga James. Lo mejor es para lo último —sonrió algo evasiva.

James la miró intrigado, pero Sirius siguió hablando viendo a los patronus.

—Vamos, cuatro ojos. ¡Apresúrate o se hará de día! Estos pequeños animales no se han esfumado, pero si se tardan más, claro que lo harán.

James sonrió. Había pasado todo el rato tratando de evocar un recuerdo lo suficientemente poderoso, pero al final, alguien se atravesaba en sus memorias.

₁ 𝐋𝐚𝐬 𝐞𝐬𝐩𝐢𝐧𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐮𝐧𝐚 𝐫𝐨𝐬𝐚 ━ 𝐌𝐞𝐫𝐨𝐝𝐞𝐚𝐝𝐨𝐫𝐞𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora