Las oportunidades de Artis

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La inmortalidad de los dioses era una farsa. Era complicado que perecieran, pero existían maneras que, por supuesto, los humanos desconocían pese a ser ellos quienes lo hubieran tenido más sencillo. Eran su punto débil y, al mismo tiempo, las criaturas de las que los codiciosos y respetados soberanos idealizados estaban encaprichados y a las que molestaban y chinchaban por diversión. Si había enfrentamientos internos entre las diferentes deidades, todos los seres animales solían sufrir las consecuencias.

Cuando Artis tenía nueve años conoció al dios de las tormentas. No le cayó muy bien, pero no podía dejarlo morir. Así que le salvó la vida y obtuvo algo a cambio: una réplica de sus poderes, pero con el factor de la aleatoriedad. Al usarlos, nunca sabría si invocaba al agua, los rayos o el viento. Este suceso fue antes de reconocer su propia identidad y aceptarla, cuando todavía portaba un nombre que no era el suyo verdadero, sino un error en matrix que le fue otorgado sin ningún tipo de maldad por sus madres.

Los demás creían que tenía un don y que Artis era capaz de evadir el azar y forzar lo que necesitaba en cada momento, incluso con la potencia necesaria. Los accidentes habían sido diminutos en comparación a la cantidad de veces que ayudó a otras personas a conseguir agua para la cosecha, calentar sus hogares o conseguir esa brisita necesaria para volar una cometa o no dejar apagado el aire acondicionado. La verdad era que siempre hacía una pequeña prueba y, si salía lo previsto, lo enviaba donde se necesitaba con la intensidad y el tiempo precisos. Si no era así, cancelaba y seguía probando hasta obtener el resultado deseado. Como no se dejaba ver, porque su única regla para acudir a las solicitudes era que debía actuar en solitario sin compañía alguna, nadie sabía eso. Desconocían también que, con los nervios, no controlaba nada y actuaba sin pensar.

El día en que el mar creció y engullió ciudades enteras junto a sus habitantes, Artis se asustó. Lo hizo tanto que utilizó su poder a máxima potencia sin pensar en nada. Desató miles de huracanes que se movieron desde donde estaba él hasta el resto del planeta. Es así como arrasó todo consigo. Solo él y un pequeño genio sobrevivieron. Eso sí, tardaron una semana en encontrarse. Siete días que se le hicieron eternos a aquella persona de corazón puro que no hacía más que echarse las culpas de lo sucedido. Le hubiera encantando revertir el tiempo y pudo hacerlo una vez que el otro ser le ofreció su oferta sin trampas.

—Bueno, quedamos tú y yo. Soy un genio, ya sabes, de los que conceden deseos. En tu mano está decidir qué quieres hacer. Tienes tres y puedo cumplir cualquier cosa. Decide bien y serás feliz, creo.

—Quiero que hagas que todo vuelva a ser como antes del desastre —pidió Artis. El genio cumplió su parte. Se trasladaron en el tiempo a justo antes de la debacle. Que una vez más volvió a engullir todo. Artis pensó que sus poderes eran una inutilidad, así que rogó que se los quitaran. Al hacerlo, descubrió que había ayudado a un montón de gente de un montón de maneras y que, de no ser por él, su fin habría llegado antes. Aun por encima, no fue capaz de esquivar la gran inundación y, antes de ahogarse lo tuvo claro, eso debía ser cosa de los dioses. Su tercer deseo fue para pedir que jamás hubieran existido. Tenía claro que eran ellos los culpables de la mayoría de catástrofes y que no existía mayor poder que el de poder guiar tu futuro sin que ningún ser superior te ponga la zancadilla.

Hatillo de sábana bajera #PGP2022Where stories live. Discover now