² El entrenador

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Blair

—Por dios, lo que les deben sudar los huevos a esos hombres con semejante armadura —me susurra Mushu riéndose a carcajadas a mi espalda haciendo referencia a los siete guardianes que se encuentran a nuestro lado vigilando a nosotros y a todo el resto.

—¿Puedes callarte de una vez por todas? —le pregunto haciendo mi voz más gruesa de lo normal. De alguna forma u otra debo acostumbrarme, ¿no?

—Sí me das al menos un motivo coherente, me lo pienso.

—Están todos los soldados mirándonos —gruñe entre dientes sonriéndole a uno de ellos que me observa con una pipa en la boca.

—¿Y por qué nos pusieron a todos en filita como si fuéramos un ejército?

—Quizás porqué lo somos, ¿no te lo has planteado aún? —le digo ya sin paciencia—. Tú solo... agh, mantente callado y sonríe.

—¿Por qué me dices que sonría?

—Porque el rubio está por llegar y todos lo están haciendo.

Sonrío también. 

—¿Y quieres que le sonría a él?

—Pues...

—¿Acaso quieres que le coquetee?

—¡Solo sonríe y ya!

Vale, no fue buena idea pegar ese grito. Ahora llamé la atención de todo el campamento entero y todas las hileras de soldados se dieron vuelta hacia mí para fulminarme con sus ojos rasgados, llenos de odio. O eso creía hace dos segundos antes de ver a Zayn viéndome y entrando de vuelta a mi rango de visión.

Eso sí que parece odio, joder.

El rubio, gracias a dios, ya no está en cuero. Trae una remera verde musgo que hace resaltar los músculos y las venas de sus brazos a la perfección. Camina hacia nosotros con tanta firmeza que genera miedo y —voy a admitir— que algo extrañamente atractivo también. Parece estar muy consciente de todo lo que tiene para mostrar. Y estoy segura de que si seríamos solo mujeres y él, esto ya sería una masacre.

Un silencio absurdo invade el acampado de cemento cuando el resto lo ve.

—Robo —grita, enfurecido, haciendo eco por doquier, comenzando a caminar por el centro de las filas con su gran porte—, penado con la muerte.

—Lo aceptamos, señor —le responden todos los hombres haciendo una seña militar con la mano.

—Lo aceptamos, se... —Es lo que llego a decir con mi mayor voluntad, intentando imitarlos. Por suerte sus voces me tapan y paso desapercibida.

—Deshonestidad —vuelve a gritar el rubio, pero está vez en la oreja del pobre Mushu—, penado con la muerte.

—Lo aceptamos, señor —repiten los soldados incluyendo al moreno que parece estar a punto de cagarse encima.

—Vale, ya lo pillo —trago grueso—. Lo aceptamos, se...

—Traición —zanja el rubio con cara de malote interrumpiendo mi bonita oración—, penado con la muerte.

Besos en Guerra ©Where stories live. Discover now