¹⁹ Las minas

978 102 59
                                    

Blair

Zayn revuelve ese revuelto de verduras con más fuerza que mi patada de ultimátum. No me habla hace media hora, lo único que salió de su bocota fue un «Siéntate y no muevas el culo de la silla» y eso estoy haciendo.

¡Soy muy joven para morir!

No puedo creer que estoy esperando la cena con un niñato que es la versión mini de mi capitán, tan igual que hasta me burla y todo. Maldito niño mal cría...

—¿Hace cuánto entras a la habitación de mi hermano? —inquiere Jorge el curioso.

Ya me hizo veinte preguntas con el mismo tono de superioridad, y juro que me reiría en su puta cara y todo, pero algo de privilegio sí que tiene sobre mí.

Sabe la verdad.

Y la verdad tiene que quedar como un secreto de vida o muerte. O su hermanito y yo estaremos muertos.
Porque si yo caigo él cae conmigo.

—Hace mucho tiempo —le respondo con cara de escremento aplastado. Solo espero que se conforme con esa respuesta.

—Define mucho tiempo, por favor.

—¿Más de un mes y medio?

—Respuesta aburrida.

Mueve sus piernecillas por debajo de la mesa y me choca los pies una, dos, tres y cuatro veces.

—Sí me tocas una vez más el pie te pegaré una patada en el cu...

El rubio mayor se acerca al comedor con un delantal sobre su torso desnudo. Me mira, cambio mi cara de malhumorada compulsiva y le sonrío, coqueta, intentando disimular que estoy a punto de matar a su hermano pequeño. Teo, o así me dijo que se llamaba el mocoso, sigue golpeándome los pies por debajo de la mesa porque sabe que no puedo quejarme delante de Zayn.

—Falta poco para la comida —Al fin dice algo luego de tanto tiempo. Aún sigo sorprendida con nuestra capacidad de estar a punto de follar y de un segundo a otro terminar peleando. Cada vez se nota más que es solo físico lo que sea que tenemos—. ¿Está todo bien?

Teo me pisa el pie.

—Hijo de... —evito terminar y me limito a sonreír, devuelta— una hermosa madre —suelto una carcajada para nada falsa y me dispongo a responder la pregunta de el rubio mientras mi dedito gordo me retumba—. Perfecto, está todo perfec...

—Mejor.

Se da la vuelta y camina otra vez hacia la cocina. Roto mi cara lo suficiente para observar a Teo y... ¡Maldito sea! ¡¿Qué es esa carita de angelito?! ¡Es un tramposo!

Al ver que lo estoy insultando mentalmente, se ríe y yo abro mi boca:

—Eso dolió, Teo —intento sonar compasiva, esto ya no es gracioso. Odio a los niños. El pequeñín enarca una ceja y me analiza con cara de abogado estafador por aproximadamente unos cinco segundos—. Vale, veo tus intenciones. Negociocemos. Yo propongo un trato de paz.

—Teo no hace negociaciones con desconocidas que cambian su identidad y tienen el pelo azul —habla en tercera persona.

—Lo de cambiar la identidad no es taaan así, ahora te lo explicaremos con tu hermano, y lo del pelo azul... bueno, el color de mi pelo no determina que no pueda ser una chica de negocios.

Besos en Guerra ©Where stories live. Discover now