²⁰ Debajo de ti (y de la lluvia)

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Blair 

La brisa de la futura noche congela la punta de mi nariz. Eso es lo primero que siento al salir de caravana en busca de Zayn. Lo segundo podría decirse que es frío, mis manos se están congelando y, aunque suene algo extraño, todavía no puedo descifrar dónde está el capitán. Ladeo la cabeza hacia los lados y... nada. Lo único que se ve es pura arena oscura porque ya no hay nada que la alumbre más que la poca luz que da esa enorme luna cubierta de nubes que se haya detrás de la enorme montaña de —más arena— que tengo delante de mí.

Doy pasos absurdos hacia delante.

—¡Capitán! —grito esperando una respuesta—. ¿¡Zayn!? —ya no suena a grito, ahora es un chillido que expresa inquietud—. ¿Dónde carajos te metiste maldito rubio atracti...? —la frase se queda en la punta de mi lengua.

Me abrazo a mi misma.

—Te vas a coger un resfriado —escucho su voz, pero sigo sin verlo. Ojalá no haya oído lo último. Mi orgullo no me lo perdonaría jamás—, entra a la puta caravana, Blair.

Roto mi cuerpo sobre mis propios tobillos y lo veo, sentado, encima de la caravana, mirando a la nada misma. Su cabello luce descuidado, sus mejillas muestran que ya le está volviendo a salir un poco de barba rubia y su rostro... okey. Definitivamente no está de buen humor. Tiene el ceño fruncido, los labios sellados en dos líneas perpendiculares, la mandíbula tensa y sus ojos rasgados desbordando una mezcla de odio y furia.

—¿Qué hace allí arriba? —inquiero avanzando hacia él.

—He dicho que entres —retracta.

—Creí que ya había entendido lo de que no aceptaré órdenes suyas porque usted no es mi padre ni mi...

—No —se apresura a decir—, tú y yo no somos nada.

Eso suena tan crudo que duele. Trago saliva con dificultad y carraspeo mi garganta intentando disimular ese sentimiento que se esconde más allá de mi lenguaje corporal.

—Lo sé, no me refería a lo que usted cree —profundizo mi mirada aunque esté a más de un metro de distancia del rubio—, solo quería hablar a solas sobre lo que pasó en el viaje y...

Me quita la vista de encima y se truena los dedos, frío.

—No necesito que me digas explícitamente que quieres follar con otro tío, ¿vale? Hazlo, no estamos comprometidos ni nunca lo estaremos.

No entiendo que coño le pasa a este hombre ahora. Y luego dicen que las mujeres somos las difíciles de entender y todo ese rollo.

—No quiero follar con ningún tipo —mascullo con impotencia—, pero si quisiera hacerlo con uno, dos, cinco o diez, no tendría porque ponerse así de celoso porque usted lo dijo: no somos nada.

Tuerce el gesto como si algo de todo lo que le dije le hubiera afectado más de lo que le debería.

—No estoy celoso —ruge por lo bajo—. No lo estoy —murmura más para asegurárselo a él mismo que para decírmelo a mí.

Un trueno estalla en el cielo.

Evito pegar un salto del miedo para evitar que se pierda la esencia del momento y lo miro, perpleja ya que en el fondo sé que no es así. Lo he visto más de cinco veces mirándome mal cuando estaba con Pipa.

Besos en Guerra ©Where stories live. Discover now