ᴇʟ ᴀᴍᴏʀ ᴅᴇ ᴜɴ ʀᴇʏ

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Preocupación es lo que sentía Shang Qinghua, un terrible sosiego sobre el futuro que era incierto. Dicha sensación se enroscaba en su garganta, como una serpiente que inyecta su veneno en su tráquea; impidiéndole que forme palabra alguna. Tanta era la opresión que el cultivador no podía evitar dar vueltas por la habitación donde lo habían confinado, su nerviosismo era claro para cualquiera que lo notara. Sus manos no dejaban de enrollarse entre si, como una manera de calmar la intranquilidad que embargaba tanto su corazón como mente.

Su jaula de oro por que fue el único termino que pudo encontrarle al lugar en donde estaba recluso, era una habitación muy grande. Las paredes tenían un amarillo canario que contenía pequeños toques de amarillo pastel, en las esquinas había matices rojos. El piso hecho de pierda negra semejante al  cuarzo, solo que era un poco más opaco. Los muebles hechos de madera de la mejor calidad, telas y cojines de la seda más fina; rellenos con el mejor algo algodón. Una habitación así de hermosa solo podría pertenecer a la difunta señorita del palacio Huan Hua.

Una flor hermosa por fuera pero por dentro era un ser correoso que quiso aprovecharse de la bella inocencia que desprendía Shen Yuan, ahora pagaba el castigo siendo un dulce aperitivo que dio Luo Binghe para las bestias que trajo del abismo. O eso fue lo que escucho Shang Qinghua de los sirvientes que aún conservaban su lengua, ahora esa habitación le pertenece. 

Por momentos Qinghua volteaba a ver la entrada de la habitación, esperando noticias sobre el trato que se le daba a sus demás compañeros cultivadores. Pero mientras pasaban los minutos solo se escuchaban los débiles sonidos de pasos acercando a la puerta para después desaparecer y regresar a la tranquilidad que atormentaba al autor, y una vez más volvía a dar vueltas por todo la habitación. Sentía que la inquietud se calmaba por unos instantes mientras caminaba por todo el sitio.

Sin embargo, una terrible idea vino a la cabeza de Qinghua, si él no podría saber el estado sobre sus demás compañeros parecía que tendría que ir él mismo a investigar. Avión por unos momentos sopeso la idea mientras aún daba vueltas por la instancia y se decidía sentar en un sillón que por apariencia daba ser agradable, era una locura hacerla pero era la única vía que encontró para salir de esta lujosa habitación. Antes de que Shang Qinghua pudiera avanzar hasta donde  se encontraba la puerta, primeramente se levanto donde estaba posado y al mismo tiempo trataba de inhalar y exhalar aire.

Como una forma de darse valor ante la locura que iba hacer, cuando sentía que su temple estaba tranquilo avanzo con paso seguro a la puerta que separaba de su jaula de oro con el único pasillo que podría conducirlo a los sitios donde se encontraban confinados los demás maestros de cumbre. Pensó que escapar sería fácil pero en el momento que intento jalar la puerta esta estaba asegurada, lo intento una segunda vez pero obtenía los mismo resultados.

Shang Qinghua se alejo de la puerta unos pasos, pensando una forma de abrir la puerta sin causar ningún escandalo. Regreso sobre sus pasos e intento nuevamente abrirla, supuso que se tenía que aplicar la fuerza bruta. Pero Qinghua sabía de sobra que a pesar de que tratara de abrirla con su fuerza esta podría representarse con sus débiles brazos de fideo, en su antigua vida y en esta jamás intento hacer ejercicio. Su lema siempre era 'hagamos el amor no la guerra' ahora se arrepentía de no hacer ejercicio como algo tan simple de salir a correr.

Sus ojos vagaron por toda la habitación, tratando de encontrar un objeto que le ayudara abrir la puerta hasta que se posaron en una pequeña mesita de te, en ella se exhibía un juego hecho de una porcelana roja. En cada tasa tenía grabados de flores, como un referencia al hermoso jardín que contenía el palacio Huan Hua. 

Con rapidez quito las cosas que tenían la pequeña mesa, al ya estar completamente libre de cualquier objeto; el autor intento levantarla. Por su peso podía calcular que pesaba dos Jin, un peso razonable para aventar la pequeña mesa contra la puerta. Sin presión alguna avanzo con le mesa en manos hasta donde se encontraba el acceso y cuando sentía el momento de lanzarla, escucho perfectamente como el seguro que tenía la entrada era quitado; para después ser abierta. Aún con la mesa en manos, Qinghua observo con ponderación que entre la abertura se asomaba una cabeza albina.

ʟᴀ ᴇᴍᴘᴇʀᴀᴛʀɪᴢ ᴅᴇ ʟᴜᴏ ʙɪɴɢʜᴇМесто, где живут истории. Откройте их для себя