Día 1: Cita a ciegas

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Harry estaba nervioso.

Okay, estaba más que nervioso.

Sentía que su estomágo estaba a punto de salir por su garganta en cualquier momento, si era sincero. Pero no estaba siendo sincero ni consigo mismo, así que mantuvo sus manos sobre su regazo, su espalda recta y su vista al frente, fingiendo ser el heredero Black que su tío le había entrenado ser.

Ojalá tuviera sangre Black. Al menos así podría fingir demencia y escapar esa estúpida situación que causó la estúpida idea que tuvo su estúpido primo.

En cambio, solo era el pobre huérfano nombrado heredero por su loco padrino, educado por el no tan loco hermano menor, y testeado por las más que locas hermanas Black -o, como eran conocidas ahora: Lady Malfoy, Lady Lestrange, y Lady Tonks.

Si no fuera por la visita de tía Narcisa y su hijo Draco justo cuando tío Regulus le reclamaba a Sirius que Harry ya tenía edad para cortejo, quizá Harry hubiera logrado cambiar el tema y obliviar a su padrino para que ni siquiera recordara lo que cortejar significaba. Y, sin embargo, Draco tuvo que abrir su bocota y mencionar su ya viejo compromiso con la menor de las Greengras, y como sería una pena que su querido primo se perdiera del placer y la tradición del cortejo mágico.

Harry no quería cortejar a nadie. No quería que nadie le cortejara.

Es más, ni siquiera le agradaba la gente.

No había conocido a nadie, ni en Hogwarts, ni en los Sabbaths, ni en los Esbaths, ni en ningun lado, que tan siquiera mereciera su atención.

No era que se creyera mejor o superior a los demás, pero lo era, lo había demostrado durante sus años como estudiante y como aprendiz. Su magia lograba poner de rodillas hasta al auror más terco, y su control era tan exacto que ni siquiera tenía que mover un dedo o pensar en las palabras para que la realidad se moldeara a su favor.

Creyó que sería eso lo que lo salvaría de tener esta estúpida cita a ciegas. Seguramente un desconocido, o desconocida, correría en dirección contraria una vez que sintiera el poder mágico de su cita. Sirius le tuvo miedo por un tiempo, y él lo vio crecer, practicar y mejorar.

Harry estaba nervioso.

Pero era más por el hecho de que fue tía Bella quien esocgió a su cita. La más demente de las tres dijo tener a la persona perfecta, tan poderosa como Harrykins con suficiente misterio para entretenerlo al menos durante una cena.

Ni siquiera le dijeron si la persona era un él o una ella. Aunque eso a Harry no le importaba demasiado.

Respiró profundamente, discretamente en caso de que alguien lo estuviera observando, y miró de reojo su reloj. Quizá su cita se arrepintió de aceptar. Quizá no había aceptado y Bella simplemente se olvidó de avisarle. Lo más probable, todo era una complicada broma que planearon Bella y Draco, tal vez Sirius.

Pero entonces, Harry sintió como si una manta cálida y cómoda se posara sobre todo su ser. Era como estar de regreso en uno de los fuertes que alguna vez construyó en la biblioteca de la casa Black. Como cuando Regulus lo recibió con un fuerte abrazo aunque Sirius lo haya ignorado por ser un Slytherin. Como cuando Dromeda le enseñó hechizos curativos porque las otras casas acosaban a las serpientes y nadie hacía nada.

Cerró los ojos y saboreó la sensación de seguridad y comodidad y poder que lo envolvían, solo por un segundo. Cuando volvió a abrirlos, había un hombre sentado frente a él, sonriendo de lado como si supiera lo que su magia causaba en el menor.

El hombre extendió una mano delgada y elegante, adornada con un solo anillo que cargaba una pequeña piedra negra, y sus ojos oscuros parecieron brillar rojos ante la luz de las velas.

—Marvolo —se presentó —es un placer, Harry.

Beneath the milky twilightWo Geschichten leben. Entdecke jetzt