Día 29: Defecto Que Mas Amo

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Harry era competitivo, siempre lo ha sido desde que crecía con sus hermanos haciendo carreras y jugando quidditch. Su padrino y su papá lo animaban a ser el mejor y demostrarlo, siempre. Su mamá se rindió de explicar que no todo era una competencia. 

Se podría decir que Harry ganó.

En Hogwarts, en su año, competía con Hermione Granger de Ravenclaw por la puntuación más alta, y con Draco Malfoy, de Slytherin, en quidditch como buscadores.

No había pensado en los estudiantes más grandes o más jóvenes hasta que en quinto conoció a Tom Riddle, prefecto de Slytherin, un año arriba. Desde que se conocieron en una reunión de prefectos a inicio de año sus actitudes chocaron y de ahí Harry se olvidó por completo de Draco Malfoy y Hermione Granger. Competir contra Riddle le daba ventaja: Riddle era el mejor de todo el colegio, rompiendo récords a diestra y siniestra, en cualquier club al que entrara (excepto quidditch, en eso Harry tenía ventaja).

Igualar a Riddle lo hizo el mejor en su año y ganó la atención de profesores y estudiantes por igual. Se rumoreaba que a Harry le gustaba Riddle y por eso quería su atención. Harry negaba los rumores, tan rojo como su uniforme de quidditch, y Riddle los ignoraba.

Una navidad, en el sexto año de Harry y séptimo de Riddle, los padres de Harry tuvieron que cruzar al mundo muggle porque el esposo de la hermana de Lily se murió. Harry y sus hermanos, que ya conocían a los Dursley, decidieron quedarse en el castillo. En total, eran nueve estudiantes los que se quedaron, incluyendo a Riddle, por lo que las comidas se servían en una sola mesa y los más sociables organizaban pequeños juegos para todos.

Como verdad o reto.

—Muy bien, Harry —Fred comenzó con una sonrisa de oreja a oreja que significaba problemas —Te reto a salir con Riddle. 

—¿Qué? —exclamaron ambos. 

—Y, Riddle, te reto a ganarle a Harry —completó George. 

—Ni siquiera es mi turno —intentó decir Tom, frunciendo el ceño a la botella que claramente apuntaba a Harry. 

Así comenzó... Harry haría cosas cursis frente a todos y Riddle las aceptaría de mala gana solo para devolver el favor más tarde. Era casi una competencia de hacer pasar vergüenza al otro. Y, claro, ninguno se rendiría antes que el otro.

—Odio que veas todo como una competencia —se quejó Tom el día de su boda. 

—¿Acaso quieres renunciar? —sonrió Harry. 

—Pff. ¿Y dejarte ganar? —respondió Tom —No, gracias. Hay que evitar que esa cabezota crezca más de lo que ya está.

Harry solo rió y tomó la mano de su prometido. Habían acordado caminar juntos al altar porque ninguno quería dar la impresión de ser entregado o ser recibido. Después de once años, el reto continuaba. 

Harry iba a ganar. 

Beneath the milky twilightWhere stories live. Discover now