Capítulo 15. Miradas reveladoras

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ROSE RIVERS


Me alejo y salgo por la misma puerta pesada que da al techo de la secundaria. Bajo las escaleras de prisa y, al llegar al último tramo, avanzo con largas zancadas por el pasillo. Como era de esperarse, algunas miradas se clavan en mí. Debo de parecer una completa desquiciada.

—Rose.

La voz de Hanna detiene mi paso; al voltearme, intento encontrar la poca calma que me queda. Trago saliva. La absurda sensación de que piense que Khai me besó me lleva a enrollar un mechón de cabello entre mis dedos. Imposible. No tiene manera de saberlo.

—¿Te encuentras bien? ¿De qué huyes?

—No huyo de nada —La naturalidad con la que le respondo me sorprende—. ¿Por qué lo dices?

—Me dio esa impresión —se limita a responder y no insiste—. ¿Qué tal si vamos a un sitio tranquilo mientras iniciamos nuestra próxima clase? —Estira su mano, ofreciéndome uno de los vasos que sostiene—. Te compré un licuado.

Lo agarro. 

—Vale.

Caminamos por un pasillo menos transitado, cuyas paredes están adornadas con carteles de eventos escolares. Al final de este, giramos a la izquierda y entramos en el gimnasio. Allí, nos dirigimos hacia las gradas, ubicadas en una esquina cercana a las ventanas que dan al patio. A nuestro alrededor, los equipos de gimnasia, algunos en no muy buenas condiciones, se amontonan en un rincón. Las colchonetas tienen manchas y el aparato de barras paralelas está un poco oxidado.

Silencio.

Todo es silencio.

Repasamos un buen rato nuestros apuntes y luego hablamos de cosas banales. Pronto me entero de que planea seguir una carrera en arquitectura cuando se gradúe y de los muchos diseños que ha dibujado en sus carpetas. Me muestra varios: la mayoría son casas con estructuras modernas y abstractas.

Disfruto mucho de su relajante compañía, porque si pudiera describirla en tres palabras, serían: alegre, pacífica y amable. No es que no me guste la compañía de Sun, porque ella me ha hecho reír hasta que me duele la barriga. Ella es chispa; donde llega, aviva todo. Es de esas chicas que fácilmente podrían sacarte de tu zona de confort o llevarte a hacer una locura, y eso a veces me asusta: salir de mi cáscara.

—Yo seré abogada.

—¿Abogada? Esa es una excelente carrera, me gusta. Seguro que mandarás a todos los malos a prisión.

—Espero que así sea siempre, porque hay gente mala afuera y gente inocente dentro.

Me percato de lo mucho que aprieto el vaso del licuado cuando Hanna lo aparta con suavidad de mis manos. Me sonríe, como si entendiera sin necesidad de palabras.

—¿En qué rama te especializarás? —pregunta con interés, aunque percibo que también busca liberarme de la tensión.

—Penal. Siempre me ha atraído la idea de defender casos complejos.

—Eso suena bien, se nota que tienes ese espíritu dentro de ti —afirma, con convicción.

Sonrío de medio lado.

Azares del destino [Editando]Where stories live. Discover now