Capítulo 26

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ROSE RIVERS

—¿Cómo te sentiste después de contarle a Khai lo que pasó en el pasado?

—Fue liberador, Leila. Como si me quitara medio peso del mucho que cargo. Él me escuchó, me entendió y me abrazó. No minimizó mis sentimientos en ningún momento.

—¿Te das cuenta de que esa es una razón más para sentirte orgullosa?

Giro la cabeza hacia ella, sentada a mi lado, mientras choca el lapicero contra el borde de su agenda.

—Cuando llegaste aquí la primera vez, me dijiste que te sentías perdida, fuera de lugar, como si no pertenecieras a esta ciudad o escuela. Pero ahora la sientes tuya, y eso es algo que merece reconocimiento. Has hecho amigos y has empezado a abrirte.

—Sí... —respondo, alzando los hombros—. Supongo que nunca me detuve a verlo así.

—Es normal. A veces estamos tan concentrados en lo que falta que no nos damos cuenta de lo lejos que hemos llegado. Pero abrirte con Khai fue un gran paso. ¿Te diste cuenta de que confiaste en él con una parte de tu historia que siempre mantuviste escondida?

Asiento, agradecida por sus palabras, pero mi mente ya está en otro lugar. Miro hacia la ventana; el cielo está tan  nublado como me siento por dentro.

—¿Cómo está tu padre? —pregunta Leila al notar mi cambio de ánimo.

—No muy bien... Ha estado sufriendo tanto tiempo que se ha derrumbado. Siempre parecía optimista, pero esa ilusión se ha apagado poco a poco. —Respiro hondo y continúo—: Mi madre y mi tía fueron a verlo y están con su nuevo abogado, quien está gestionando su traslado a un hospital para que le hagan chequeos y le den tratamiento si es necesario. Quise ir, pero ella insistió en que me quedara.

🌪️🌪️🌪️

De la misma manera, le cuento a Leila lo que ocurrió anoche cuando llego a la secundaria y entro a su oficina. Me siento más fuerte y con ganas de gritar a los cuatro vientos que mi papá es víctima de una maldita injusticia.

Me alienta a escribir una lista de lo que he logrado en estos meses, para motivarme y recordarme que puedo alcanzar lo que me proponga y que no estoy en el mismo lugar que antes.

Cruzo la puerta y me siento en un banco bajo un árbol apartado de la institución. Coloco la laptop sobre mi regazo, abro una página de Word y empiezo a teclear.

He aprendido a:

Decir cuando estoy mal ✔
Ser más amable conmigo misma ✔
Comprender que las personas no siempre son lo que parecen a simple vista ✔
Nunca está de más recibir o dar afecto ✔

—¿Qué haces?





Aprieto la correa de mi mochila y avanzo entre las mesas. No puedo quitarle los ojos de encima. Hay una actitud extraña en él hoy, una barrera invisible que no logro entender. Cuando estuve a solo unos metros de distancia, me detuve. Observé cómo sus dedos jugaban con el borde de un vaso desechable, girándolo lentamente como si necesitara hacer algo, cualquier cosa, para no quedarse quieto.“Khai…” pensé, pero las palabras se quedaron atrapadas en mi garganta. ¿Qué le estaba pasando? Normalmente me habría saludado al verme, con esa media sonrisa que siempre me hacía sentir en casa. Pero hoy no. Hoy estaba lejos, encerrado en su mente, en algún rincón donde yo no llegaba.

Azares del destino [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora