Capítulo 44: Verdades al descubierto (2)

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KHAI OLIVETTI

Me siento en uno de los bancos de concreto del colegio y apoyo la espalda contra la pared. Enrosco el hilo de la pulsera alrededor de mi dedo, luego saco el teléfono del bolsillo y deslizo por las fotos con Ros. Pauso en una donde nuestras manos están entrelazadas. Aún siento el calor de su piel y la suavidad de sus dedos entrelazados con los míos. Esos recuerdos felices parecen desmoronarse bajo el peso del resentimiento y odio que arrastran nuestras familias.

Una solitaria lágrima resbala por mi mejilla y cae sobre la pantalla. Si tuviéramos una última charla, sería más fácil lidiar con esto.

—Khai —susurra Hanna en voz baja—, no entraste a la primera clase, me preocupé. Tengo una idea de como has de sentirte en este momento. Me lastima verte así. Eres como un hermano para mí. Estoy aquí para ti, pase lo que pase.

Junto el suficiente valor para levantar mis ojos del suelo y sostenerle la mirada.

—Te agradezco, pero prefiero estar solo.

—¡Vamos, hombre! —Me da un suave apretón en el hombro antes de sentarse a mi lado—. No te dejaré solo. Conversemos un poco sobre cómo te sientes.

El pecho se me contrae, y la realidad me golpea como un saco de box. 

—Si te dijera que estoy bien, estaría mintiendo. Mi vida es un caos por donde la mire.

—No solo se trata de tus problemas familiares, sino también de Rose. El amor puede ser complicado y doloroso —responde, mordiéndose el labio inferior.

—¿Lo dices por Adnan o hay alguien más en tu vida? —pregunto, más por curiosidad que por desviar la conversación de mi vida.

—¿Otro chico? —ríe, como si mi pregunta fuera la más absurda—. No, no hay nadie más que Adnan. Soy una tonta por seguir queriéndolo... Me siento como un cero a la izquierda —cambia su peso de un pie a otro.

—No hables así de ti —la regaño—. Está herido porque le cortaste por teléfono. Es normal que no quiera hablarte; tiene miedo de volver a caer. Pero no deberías sentirte así.

—¿Volver a caer? ¿Entonces crees que todavía me quiere? —un atisbo de esperanza se desliza en su voz.

—La verdad, no lo sé. Él siempre ha sido muy reservado sobre su vida sentimental, así que es difícil saber lo que piensa. Lo único que puedo decirte es que ha salido con varias chicas, pero no ha sido nada serio.

«Creo que no sabe lo que quiere», pienso, pero no lo digo.

—Sí, eso me queda claro. No hay chica en la secundaria a la que él le eche el ojo, ¿no? —Juega con el largo mechón de su cabello.

—¿Celosa?

Se mueve incómoda. Bloqueo mi celular y lo guardo en el bolsillo, mientras la inspecciono con curiosidad.

—Si lo quieres, ¿por qué terminaste con él?

El semblante se le ensombrece un poco, de la manera en que un cielo despejado es cubierto por nubarrones. Espero a que replique, pero evita mi mirada, como si ya diera por cerrada esta conversación. De repente, saca un paquete de chocolates de su bolso. Su expresión pasa de incómoda a una sonrisa forzada mientras me lo ofrece.

Azares del destino [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora